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Hasta el momento, nadie sabe con exactitud por qué el asma parece empeorar cuando se sufre angustia psicológica. Tanto la ansiedad como la depresión alteran el equilibrio normal de las hormonas y sustancias químicas del cerebro en nuestro cuerpo, y dicha interrupción podría preparar el terreno para que surja la enfermedad.

Cuando una persona desarrolla asma, los sentimientos de tristeza o angustia pueden ocasionar cambios fisiológicos que no es posible detectar con facilidad, lo que a su vez puede propiciar los ataques. Investigadores de la Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo probaron esta teoría mostrando la película ET: El Extraterrestre a un grupo de niños con asma. Durante las escenas tristes, la frecuencia cardíaca y los niveles de oxígeno en la sangre de los niños se alteraron considerablemente, lo que podría preparar el escenario para un ataque de asma.

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La depresión también puede aumentar la probabilidad de ataques de asma al impedir que el sistema inmunológico trabaje con normalidad. Las personas que sufren angustia emocional suelen tener problemas para defenderse de los virus que causan la bronquitis y otras infecciones respiratorias. Si una infección de este tipo se vuelve duradera, es capaz de inflamar las vías respiratorias y desencadenar un ataque severo.

Por último, la depresión puede afectar al disminuir la capacidad de las personas para cuidarse a sí mismas. Los pacientes con asma que se sienten sin dicha capacidad pueden no verle sentido a monitorear su respiración y tomar medicamentos. En contraste, si estos pacientes (o sus padres) sufren de demasiada ansiedad, el resultado puede ser un exceso de medicamentos y viajes innecesarios al área de urgencias de un hospital.

 

Fuente: Health Day