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El sueño se ve influenciado por nuestros hábitos y rutinas diarias, pero también, por lo que comemos día a día. La relación entre la alimentación y la calidad del sueño es cada vez más evidente, y entenderla puede ser la clave para tener una dieta saludable y un descanso reparador.

Para aquellos que sufren de insomnio, las elecciones alimenticias pueden tener un impacto significativo. Estudios muestran que las personas con dificultades para conciliar el sueño tienden a experimentar un aumento en las hormonas que favorecen la ingesta de alimentos, especialmente aquellos ricos en azúcares, carbohidratos complejos y grasas. 

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Además, los horarios irregulares de descanso pueden desregular el apetito, lo que puede afectar la sensibilidad a la insulina y la tolerancia a la glucosa, alterando así el perfil lipídico del organismo.

El sueño y las hormonas están estrechamente relacionados. Mientras dormimos, se activan hormonas anabólicas que favorecen la recuperación y el crecimiento, al tiempo que se inhiben las hormonas catabólicas. 

La melatonina, conocida como la hormona del sueño, y la serotonina, un neurotransmisor asociado con el bienestar, juegan un papel crucial en el ciclo de vigilia-sueño. Algunos alimentos que contienen triptófano, un aminoácido precursor de estas hormonas —como lácteos, huevos, legumbres, frutos secos, avena y arroz—, pueden ayudar a promover un mejor descanso.

¿Qué alimentos evitar?

No todos los alimentos son amigos del sueño. Las bebidas estimulantes como el café, el té y el chocolate, así como las comidas picantes o grasosas, pueden interferir con la calidad del descanso. Estas sustancias contienen componentes que afectan el sistema nervioso central e inhiben el sueño, además de tener efectos diuréticos o estimulantes gástricos.

Las harinas refinadas y las comidas procesadas, junto con un exceso de proteínas, pueden causar pesadez y malestar estomacal, lo que dificulta conciliar el sueño. La clave está en escuchar a nuestro cuerpo y prestar atención a cómo reacciona a ciertos alimentos, ajustando nuestra dieta nocturna en consecuencia.

Si experimentas problemas para dormir, evalúa tu dieta diaria y considera la posibilidad de incorporar alimentos y suplementos ricos en nutrientes que favorezcan el descanso, como serotonina, melatonina, hidratos de carbono, vitamina B6 y magnesio. 

Consulta a un profesional de la salud para recibir orientación personalizada y así mejorar tanto tu dieta como tu calidad de sueño.

 

Fuente: Instituto del Sueño