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El doctor Thomas Kilkenny, director del Instituto de Medicina del Sueño del Hospital Universitario de Staten Island, señala que el 80% del sueño de los adultos es sueño no REM, y que durante este período de tiempo, el sistema cardiovascular está controlado por el sistema nervioso autónomo que reduce la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la tensión cardiovascular. Tales factores brindan un efecto protector sobre la salud cardiovascular.

Con base en lo anterior, el especialista indicó que la interrupción del sueño, incluida la apnea del sueño, el insomnio y el trabajo por turnos, puede afectar dicho efecto protector al reducir el tiempo que se pasa durante el sueño no REM. «Cuando esto ocurre, se presenta una disminución en la recuperación cardiovascular, pero también un aumento significativo del estrés en el sistema cardiovascular», agregó Kilkenny.

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La mala calidad del sueño, a través de la reducción del sueño no REM, también activa una multitud de otros mecanismos que incluyen lesión por hipoxia intermitente, cambios en la presión arterial, arritmia cardíaca, inflamación, resistencia a la insulina, activación de la hormona del estrés e hipercoagulabilidad, los cuales tienen el potencial de provocar enfermedades cardiovasculares, incluidos los infartos cerebrales (o eventos vasculares cerebrales [EVC]).

Los expertos también afirman que el sueño se reconoce cada vez más como el tercer pilar de la salud, junto con la dieta y el ejercicio, aunque no se ha investigado a plenitud.

Asimismo, es difícil saber si los problemas del sueño provocan factores de riesgo de infarto cerebral o viceversa.

Por ejemplo, aumentar la ingesta de alcohol puede ocasionar alteraciones en la calidad del sueño, pero las deficiencias en dicha calidad pueden dar lugar a un mayor consumo de alcohol como sedante. Por lo tanto, se requiere una mayor investigación a futuro que permita determinar las asociaciones causales entre el sueño y los EVC.

 

Fuente: Medical News Today