Los investigadores han descubierto que una persona que cuida a alguien con demencia tiene el doble de probabilidades de sufrir depresión, en comparación con aquellas personas que cuidan a alguien sin demencia.

Los cuidadores no solo dedican significativamente más horas a la semana a brindar cuidados, sino que además reportan más problemas laborales, estrés personal, problemas de salud mental y física, falta de sueño, menos tiempo para hacer las cosas que disfrutan, menos tiempo para pasar con otros miembros de la familia, y más conflictos familiares que los cuidadores de pacientes sin demencia.

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A pesar de lo estresante que puede ser para el cuidador el deterioro de las capacidades mentales y físicas de un ser querido, lidiar con el comportamiento relacionado con la demencia contribuye todavía más al desarrollo de depresión. Síntomas relacionados con la demencia, como deambulación, agitación, acaparamiento, conducta vergonzosa y la resistencia o falta de cooperación por parte del ser querido hace que cada día sea un desafío, creando dificultades para que el cuidador descanse o reciba ayuda para brindar la atención.

Cuanto más grave es el caso de demencia, más probable es que el cuidador sufra depresión. Por ello, es fundamental que los cuidadores, especialmente en estas situaciones, reciban un apoyo y un respiro consistentes y confiables.

Con base en la información anterior, si eres cuidador de un familiar con demencia, brindar atención temprana a los síntomas de depresión a través del ejercicio, una dieta saludable, el apoyo positivo de familiares y amigos, o acudir con un profesional de la salud o de salud mental capacitado puede ayudarte a prevenir el desarrollo de una depresión más grave en el futuro.

 

Fuente: Family Caregiver Alliance