Resiliencia significa poder adaptarse a los problemas y a las dificultades de la vida. Cuando tienes capacidad de resiliencia, aprovechas tu fuerza interior para reponerte de un contratiempo o un desafío, como la pérdida de un empleo, una enfermedad, un desastre o la muerte de un ser querido. 

Contrariamente, si careces de resiliencia, es posible que te obsesiones con los problemas o te sientas abrumado.

Es importante considerar que la resiliencia no hará que tus problemas desaparezcan, pero puede darte la capacidad de ver más allá de ellos y manejar mejor el estrés. Si no eres tan resiliente como te gustaría, te recomendamos tomar en cuenta los siguientes consejos.

  1. Conéctate. Construir relaciones positivas con tus seres queridos y amigos puede darte el apoyo y la aceptación que necesitas en momentos buenos y malos. 
  2. Haz que cada día tenga sentido. Haz algo que te dé una sensación de logro y propósito todos los días. Establece metas que te ayuden a mirar hacia el futuro.
  3. Aprende de la experiencia. Piensa en cómo has afrontado las dificultades en el pasado. Recuerda las habilidades que te ayudaron en los momentos difíciles. 
  4. Mantén la esperanza. No puedes cambiar el pasado, pero siempre puedes mirar hacia el futuro. Aceptar e incluso anticipar el cambio hace más fácil adaptarse y ver los nuevos retos con menos ansiedad.
  5. Cuídate. Atiende tus propias necesidades y sentimientos. Participa en actividades y pasatiempos que disfrutes. Incluye actividad física en tu rutina diaria, duerme mucho, sigue una dieta saludable y practica el manejo del estrés.

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La resiliencia puede ayudarte a protegerte de diferentes afecciones de salud mental, como la depresión y la ansiedad. Si ya padeces un trastorno de salud mental, la resiliencia puede mejorar tu capacidad para afrontar una situación difícil.

¡Ponlo en práctica! No olvides que ser más resiliente requiere tiempo. Si sientes que no estás progresando —o no sabes por dónde empezar— considera la posibilidad de hablar con un profesional de la salud mental. 

 

Fuente: Mayo Clinic