Estrictamente hablando, pocos niños realmente «necesitan» aparatos de ortodoncia, mejor conocidos como brackets. Los dientes torcidos suelen ser un problema cosmético, no un problema de salud, pero como la dentadura es muy importante para la apariencia de una persona, generalmente vale la pena invertir en dichos aparatos. Existen muchas razones por las que un ortodoncista podría recomendar brackets para tu hijo(a), como por ejemplo tener dientes apiñados o torcidos o una mordida incorrecta. Los también llamados frenillos ayudarán a que los dientes crezcan rectos y espaciados de manera uniforme, la mejor base para una bonita sonrisa.

La mayoría de los problemas de mordida son hereditarios. Chuparse el dedo en los niños pequeños y en edad preescolar es muy poco probable que ocasione algún daño a largo plazo. Pero si los menores todavía se chupan el pulgar cuando sus dientes permanentes comienzan a salir (generalmente alrededor de los cinco años), es posible que los dientes en crecimiento se acomoden fuera de lugar, creando apiñamiento o una sobremordida.

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Los aparatos de ortodoncia típicos consisten en diminutos soportes adheridos al frente de los dientes que están conectados con un alambre. El ortodoncista ajusta el alambre cada cuatro a seis semanas para colocar los dientes en su posición. En ocasiones, los brackets se pueden colocar en la parte posterior de los dientes, lo que hace que estos se noten menos. Según la gravedad del problema de la mordida, el ortodoncista puede recomendar bandas elásticas que ejerzan una presión adicional sobre los dientes para ayudar a colocarlos en su lugar. Cuando se le quiten los frenos, es probable que tu hijo(a) deba usar un retenedor (un aparato bucal removible) para ayudar a mantener los dientes en su lugar hasta que la mandíbula deje de crecer.

 

Fuente: Health Day