La edad es un factor de riesgo importante para experimentar un infarto cerebral (o evento vascular cerebral [EVC]). El riesgo de este se duplica cada 10 años después de los 55 años. Sin embargo, los EVC pueden ocurrir a cualquier edad.

Un estudio que examinó datos de atención médica descubrió que el 34% de las hospitalizaciones por infartos cerebrales en 2009 fueron de personas menores de 65 años.

Una revisión del año 2013 señala que «aproximadamente el 15% de todos los EVC isquémicos tienen lugar en adultos jóvenes y adolescentes».

Los investigadores observaron que los factores de riesgo de infarto cerebral, como la hipertensión, la diabetes, la obesidad, los trastornos lipídicos y el consumo de tabaco, se encontraban entre las afecciones coexistentes más comunes en este grupo de edad.

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Sumado a lo anterior, es importante destacar que no todos los EVC presentan síntomas, y algunas investigaciones sugieren que los infartos cerebrales asintomáticos son mucho más comunes que aquellos con síntomas.

Un estudio halló que de los más de 11 millones de EVC ocurridos en 1998, 770,000 presentaron síntomas, mientras que cerca de 11 millones fueron silenciosos.

La evidencia de estos llamados infartos cerebrales silenciosos aparece en las resonancias magnéticas como manchas blancas del tejido cicatricial, después de que se presenta una obstrucción o rotura de un vaso sanguíneo.

Generalmente, los EVC silenciosos se identifican cuando los pacientes reciben resonancias magnéticas para detectar síntomas que incluyen dolores de cabeza, problemas cognitivos y mareos.

Aunque se manifiestan sin síntomas, deben tratarse de manera similar a los infartos cerebrales con síntomas, pues cuando son silenciosos, ponen a las personas en riesgo de sufrir futuros EVC sintomáticos, deterioro cognitivo y demencia.

 

Fuente: Medical News Today