La microbiota intestinal juega un papel clave en mantener la salud. Por ello, un desequilibrio en la composición y función de los microorganismos intestinales, conocido como disbiosis, se asocia con resultados negativos para la salud.

Asimismo, existe una comunicación bidireccional entre la microbiota intestinal y el cerebro. La microbiota intestinal puede alterar la función cerebral actuando sobre las vías neuronales, modulando el sistema inmunitario o produciendo mensajeros químicos.

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Consistentemente, los estudios han demostrado que un desequilibrio de la microbiota intestinal está relacionado con afecciones neurodegenerativas, como la enfermedad de Alzheimer, la esclerosis múltiple y la enfermedad de Parkinson.

Recordemos que la enfermedad de Parkinson es un trastorno cerebral progresivo que se caracteriza porque la persona tiene movimientos descontrolados o descoordinados. Además de los déficits motores, la afección posee un vínculo con el desarrollo de síntomas gastrointestinales, como estreñimiento y alteración de la función de la barrera intestinal.

Varios estudios han demostrado que el eje intestino-cerebro podría contribuir al desarrollo de la enfermedad de Parkinson. Además, se ha planteado la hipótesis de que la condición podría originarse en el intestino para después viajar al cerebro.

 

Fuente: Medical News Today