El miso es un condimento japonés en forma de pasta, el cual se elabora tradicionalmente fermentando soya con sal junto con un tipo de hongo llamado koji.

También se puede preparar mezclando soya con otros ingredientes, como cebada, arroz y centeno.

Esta pasta se usa con mayor frecuencia en la sopa de miso, un desayuno popular en Japón. Su sabor es típicamente salado. Puedes comprarlo en muchas variedades, como blanco, amarillo, rojo y marrón.

La variedad depende del ingrediente base, así como de la textura y el grado de fermentación, que influyen en el color y el sabor final.

Cabe destacar que el miso es una buena fuente de proteínas y fibra. También es rico en diversas vitaminas, minerales y compuestos vegetales, como vitaminas B, E y K, ácido fólico, manganeso y cobre.

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Como alimento fermentado, el miso aporta al intestino bacterias beneficiosas que nos ayudan a mantenernos saludables, vibrantes y felices. Se sabe que la buena salud intestinal está relacionada con nuestro bienestar físico y mental en general.

Además, este alimento también se ha relacionado con otros beneficios adicionales.

Por ejemplo, un estudio reveló que el consumo frecuente de sopa de miso se asoció con un menor riesgo de cáncer de mama en las mujeres japonesas de mediana edad.

Otra investigación encontró que las mujeres que comían mucha sopa de miso tuvieron un riesgo reducido de evento vascular cerebral.

Cómo seleccionarlo y almacenarlo

Cuando compres miso, elige el producto vivo, rico en enzimas y sin pasteurizar, el cual deberás almacenar en el refrigerador. Este tipo está cargado de microorganismos beneficiosos. Después de abrirlo, la textura, el color y el sabor pueden cambiar, así que vigílalo. Algunos pueden conservarse durante bastante tiempo sin preocupaciones ni variaciones en la calidad.

 

Vía: Healthline / BBC Good Food