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Los científicos actualmente están estudiando si los probióticos pueden mejorar la salud gastrointestinal y el estado de ánimo, así lo señala la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos).

Recordemos que los probióticos son bacterias beneficiosas que existen naturalmente en alimentos como el yogur y el kimchi. También están disponibles en forma de píldoras o polvo. Se cree que los probióticos mejoran la salud digestiva y, a menudo, se usan para tratar la diarrea o la hinchazón.

Se ha encontrando evidencia de que los efectos causados por las bacterias en el sistema gastrointestinal (GI) envían señales al sistema nervioso central, uniendo el intestino con el cerebro. Esto podría explicar algunas conexiones conocidas entre las enfermedades gastrointestinales y las enfermedades mentales. Por ejemplo, un número superior al promedio de personas con síndrome del intestino irritable también desarrolla depresión y ansiedad.

Entonces, ¿una mejor salud gastrointestinal a través de los probióticos también podría mejorar la salud emocional? El vínculo entre los probióticos y el estado de ánimo todavía no está claro, destaca Linda Lee, directora clínica de gastroenterología y profesora asociada de medicina en Johns Hopkins.

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La experta señala que ciertos alimentos parecen mejorar el estado de ánimo; solo piensa en los alimentos reconfortantes que buscamos cuando estamos tristes o desanimados, ya sean unos chocolates o un tazón de helado. Sin embargo, esto podría ser simplemente una asociación de comportamiento en lugar de algo desencadenado por respuestas bacterianas a los nutrientes en los alimentos.

“No quiere decir que la comida en sí tenga nutrientes que puedan afectar nuestro estado de ánimo, pero nuestro cerebro asocia comer esa comida con la comodidad”, indica Lee.

Aunque es tentador vincular el uso de probióticos con el estado de ánimo, se requieren más estudios, añade la experta. “En este momento, no tenemos muchas pruebas de que la ingesta de probióticos vaya a cambiar la depresión o la ansiedad. Aunque es una teoría atractiva, necesitamos mucha más investigación para guiarnos».

 

Vía: Johns Hopkins Medicine