Desde su aparición, las redes sociales virtuales han llegado a ser parte fundamental de la interacción de millones de personas en el planeta, desplazando de esta manera viejas prácticas sociales y formas de comunicación interpersonal, generándose así prácticas y formas de comunicación novedosas que producen a su vez un nuevo lenguaje y medios distintos de socialización, tanto en la esfera social presencial como en la virtual, así como nuevas formas de identificarse, representarse a sí mismos y ejercer su ciudadanía, acciones que complejizan al sujeto, en cuanto que lo virtual y lo real, lo local y lo global, difuminan sus fronteras.
Esto convierte a dichas redes en un fenómeno paralelo al desarrollo del dominio público del ciberespacio, así como en un campo de creciente interés para las ciencias sociales.
Sin embargo, en el caso de los adolescentes (principales usuarios de estas redes) se han observado diversos cambios fisiológicos que afectan de manera negativa su salud. Algunos de ellos incluyen la alteración de los patrones de sueño por una práctica obsesiva de este tipo de comunicación, con lo que también suelen manifestarse síntomas de depresión, problemas para dormir y un desempeño escolar deficiente.
Lo anterior demuestra una dependencia a las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) o a las redes sociales, que pueden ser el reflejo de la conversión de una afición en una adicción.
Según los especialistas, conectarse a Internet vía la computadora o el dispositivo móvil inmediatamente después de llegar a casa, no volver a levantarse y ser lo último que se hace antes de ir a dormir, junto con reducir el tiempo de las tareas cotidianas, como son comer, dormir, estudiar o platicar con la familia, configuran el perfil de un adicto a Internet. Más que el número de horas conectado a la red, lo determinante es el grado de interferencia en la vida cotidiana.
En un estudio grupal conducido por el Consejo Nacional para la Enseñanza en Investigación en Psicología A.C., en Xalapa, México, y realizado en 120 estudiantes de secundaria y bachillerato con edades entre 12 y 22 años, se evaluó el grado de depresión y somnolencia nocturna debidas al uso adictivo de internet mediante una escala diseñada especialmente para este fin.
Para conocer los hábitos de sueño, se empleó un cuestionario que comprende una serie de preguntas sobre los horarios y número de horas dormidas, lugar donde se duerme y consumo de sustancias. Para evaluar el uso de redes sociales, se empleó un cuestionario sobre el uso de internet y redes sociales elaborado por el equipo de investigación. Dicho cuestionario constó de doce peguntas, las cuales hacen referencia al tiempo dedicado al uso de Internet, a las redes sociales por internet y a los usos que hacen de estos medios.
Los resultados mostraron una correlación directamente proporcional entre el total de horas dedicadas a las redes sociales durante el día y la hora en que los jóvenes se acostaban a dormir entre semana, igualmente con su estado de somnolencia. Por otro lado, los síntomas de depresión no correlacionaron con el tiempo diario dedicado a las redes sociales, y las calificaciones de somnolencia tuvieron una correlación directamente proporcional con los síntomas de depresión.
Durante la adolescencia se produce un aumento en la tendencia diurna del sueño, por lo que la duración del sueño nocturno en el adolescente no parece deberse a una menor necesidad del mismo. En este sentido, a pesar de que algunos de los participantes dormían cerca de ocho horas, seguían manifestando somnolencia diurna.
Las conclusiones arrojaron que el tiempo promedio del uso de redes fue aproximadamente de treinta horas a la semana, similar a una jornada laboral de cuarenta horas. Asimismo, no se encontró relación alguna entre los síntomas de depresión y el uso de redes sociales e Internet en los participantes, pero sí que el uso de tales recursos modificaba los hábitos de sueño de los adolescentes en el estudio.
Vía: Académica