,

El estrés es un estado que suele provocar diversos trastornos físicos y mentales en las personas que lo padecen con frecuencia, y la alimentación no se escapa de sus efectos.

Sentir una gran cantidad de estrés puede generar cambios en nuestro cerebro, provocando que una persona deje de ingerir alimentos o, en su defecto, que coma en exceso, explicó la doctora Patricia de Gortari, del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz.

La relación entre el estrés y la alimentación es más común de lo que parece. Esto se debe a que el impulso de comer tiene mucha relación con determinados estados internos, aunque este proceso no se produce de la misma forma en todas las personas.

Conoce más: Equilibrio, clave para reducir niveles de estrés

El estrés produce cambios en nuestro patrón de alimentación porque, en los momentos en que lo estamos padeciendo, varía nuestra manera de comer. Generalmente, el estrés puede producir dos respuestas relacionadas con la comida:

1 Aumentar la ingesta de alimentos.- No solamente puede provocar que comamos de más, sino a hacerlo de manera compulsiva, muchas veces sin existir siquiera sensación de hambre. Sentir estrés puede provocar que ignoremos la sensación de saciedad, por lo que podemos llegar a comer mucho más de lo que nuestro organismo necesita. Asimismo, los alimentos que se ingieren en momentos de mucho estrés suelen ser hipercalóricos.

2 Disminuir la ingesta de alimentos.- En estos casos, el estrés provoca que el estómago se ‘cierre’, por decirlo de alguna manera. Aunque podamos sentir sensación de hambre, pensar en ingerir cualquier alimento nos puede crear una sensación de náuseas, lo cual nos termina por ‘quitar’ el hambre y las ganas de comer.

Cada persona puede llegar a experimentar en mayor medida una de estas dos respuestas, aunque existe la posibilidad de experimentar ambas en diferentes episodios de estrés.

Para conseguir que el estrés no afecte a nuestro patrón de alimentación, los expertos recomiendan lo siguiente:

1 Ser conscientes de las situaciones que nos impulsan a comer compulsivamente, o, por el contrario, no comer. Puede ser de utilidad llenar una hoja de registro en la que podamos apuntar la razón del impulso, la hora en la que se ha dado, la cantidad de alimentos que hemos consumido y el tipo de alimento.

2 Cuando hayamos localizado las razones (o pensamientos) que nos llevan al impulso de comer de más o no comer, debemos trabajar para cambiar la respuesta a estos pensamientos. Para ello, podemos desviar la impulsividad hacia otras actividades con repercusiones positivas, como por ejemplo dar un paseo, hacer deporte o llamar a un amigo.

3 Evitar tener disponibles los alimentos (especialmente si son hipercalóricos) que hemos registrado tendemos a comer en situaciones de estrés. De esta manera calmaremos el impulso de la comida y lo desviaremos hacia otras actividades menos dañinas. También podemos optar por tener alimentos saludables, como fruta, para poder recurrir a ellos en esos momentos difíciles.

 

Vía: Notimex, Psicopedia