La lluvia ácida, o deposición ácida, es un término amplio que incluye cualquier forma de precipitación con componentes ácidos, como el ácido sulfúrico o nítrico, que cae al suelo desde la atmósfera en forma húmeda o seca. Esto puede incluir lluvia, nieve, niebla, granizo o incluso polvo ácido.

La lluvia ácida se produce cuando el dióxido de azufre (SO2) y los óxidos de nitrógeno (NOX) se emiten a la atmósfera y son transportados por el viento y las corrientes de aire. El SO2 y el NOX reaccionan con agua, oxígeno y otros químicos para formar ácidos sulfúrico y nítrico. Después, estos se mezclan con agua y otros materiales antes de caer al suelo.

Aunque una pequeña porción del SO2 y los NOX que ocasionan la lluvia ácida proviene de fuentes naturales como los volcanes, la mayor parte proviene de la quema de combustibles fósiles. Las principales fuentes de SO2 y NOX en la atmósfera incluyen las siguientes:

  • Quema de combustibles fósiles para generar electricidad. Dos tercios del SO2 y un cuarto de los NOX en la atmósfera provienen de los generadores de energía eléctrica.
  • Vehículos y equipo pesado.
  • Manufactura, refinerías de petróleo y otras industrias.

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Los vientos pueden transportar SO2 y NOX a largas distancias y cruzar fronteras, lo que hace que la lluvia ácida sea un problema para todos y no solo para quienes viven cerca de estas fuentes. Esto porque, en general, afecta el medio ambiente, pues disuelve minerales y otros componentes de las rocas y el suelo, generando productos tóxicos que son arrastrados por la lluvia a los ríos y lagos, provocando daños a los bosques y la vida acuática, disminuyendo también la productividad en los campos de cultivo.

Sumado a lo anterior, la lluvia ácida puede llegar a causar irritación en los ojos y la piel, así como trastornos respiratorios, pero no al entrar en contacto con ella, sino al respirar sus gases ya mencionados.

 

Fuente: U.S. Environmental Protection Agency