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No necesitas medir tu presión arterial para saber que al discutir con alguien o caminar por un callejón oscuro pueden elevarla. Las palpitaciones de tu corazón y el enrojecimiento de tu cara son indicadores de ello.

El estrés y la ansiedad puede aumentar temporalmente la presión arterial. Por ejemplo, algunas personas tienen aumentos de la presión arterial a corto plazo cuando visitan el consultorio de un médico. Afortunadamente, tales picos suelen ser demasiado cortos en duración como para amenazar la salud. Pero cuando la agitación emocional se convierte en una forma de vida, tu presión arterial puede subir de manera peligrosa a largo plazo, lo que puede desembocar en hipertensión. Expertos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) han demostrado que la depresión y la ansiedad severa pueden aumentar el riesgo de que una persona desarrolle hipertensión.

En un estudio de los CDC que comenzó a principios de la década de 1970 con pruebas psicológicas exhaustivas de casi 3,000 adultos sin antecedentes de hipertensión, los investigadores verificaron la presión arterial y los registros médicos de los sujetos entre siete y 16 años después, detectando una tendencia notable: las personas que sufrían de depresión severa o ansiedad al comienzo del estudio tuvieron dos o tres veces más probabilidades que los demás de desarrollar hipertensión. Los investigadores ajustaron factores como fumar, la edad y el historial de enfermedades cardíacas, entre otros, para llegar a una conclusión. Por primera vez, los expertos encontraron que la depresión y la hipertensión estaban íntimamente relacionadas.

Desde entonces, otras investigaciones han encontrado conexiones entre la hipertensión y la angustia psicológica. Investigadores británicos reportaron que los pacientes con hipertensión eran particularmente propensos a tener un historial de ataques de pánico o sentimientos repentinos de terror que surgen de forma repentina e inesperada. Y un estudio del Hospital Presbiteriano de Nueva York (NYPH) mostró que el trauma psicológico, ya sea reciente o en el pasado, puede provocar episodios crónicos de aumento de la presión arterial acompañados de síntomas como dolor en el pecho, náuseas y falta de aliento.

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¿Cómo afecta el estado de ánimo a la presión arterial?

La depresión y la ansiedad suelen ser detonantes de conductas como el tabaquismo, beber en exceso y aumentar de peso, comportamientos que definitivamente pueden promover la hipertensión y las enfermedades cardíacas. Pero el estudio de los CDC sugiere que la conexión entre el estado de ánimo y la hipertensión puede ser todavía más directa. Los especialistas sospechan que la ansiedad y la depresión ponen al cuerpo en alerta constante, lo que ejerce presión sobre muchos sistemas y órganos de nuestro cuerpo.

Tratar la depresión, ¿ayudaría a prevenir la hipertensión?

Según la evidencia científica, podría ayudar en algunos casos. Investigadores del NYPH hallaron que los medicamentos para la hipertensión, en combinación con psicoterapia y antidepresivos, ayudaron a prevenir ataques severos de presión arterial alta en más del 60 por ciento de sus pacientes. Pero no existe mucha evidencia de que el tratamiento de la depresión pueda ayudar a prevenir la forma más sutil de hipertensión continua que pone a millones de personas en riesgo de enfermedad cardíaca. De hecho, las reacciones químicas causadas por los antidepresivos modernos pueden aumentar ligeramente la presión arterial.

Por ello, tu médico debe evaluar qué medicamentos son los más adecuados para tu condición. De todos modos, no hay duda de que tratar la depresión es muy benéfico para el corazón. Se sabe que las personas con depresión que están sanas tienen más probabilidades de desarrollar enfermedades cardíacas que quienes no. Por ejemplo, un estudio de la Universidad Johns Hopkins que duró 13 años y evaluó a 1,500 individuos, descubrió que un episodio de depresión aumentó el riesgo de ataque cardíaco más de cuatro veces. Y un equipo de investigadores del Centro Médico de la Universidad de Duke hace poco informó que un programa de control del estrés reduce hasta en un 74 por ciento las probabilidades de que un paciente cardíaco sufra un ataque al corazón o requiera cirugía.

Con base en lo anterior, se puede decir que tanto la hipertensión como la depresión son muy tratables. Ya sea mediante medicamentos para la hipertensión o la depresión, distintas técnicas para la reducción del estrés o ajustes en la dieta y estilo de vida, ahora hay muchos tratamientos disponibles. De esta forma y mediante una intervención adecuada, es posible controlar tanto la hipertensión como la depresión, y tanto tú como tu cuerpo sentirán el beneficio.

 

Vía: Health Day News