Querer que todo lo que se hace sea perfecto es algo bien visto por la mayoría de las personas. Sin embargo, el camino para lograr la perfección puede estar lleno de niveles poco saludables de estrés.

Si bien el estrés es la manera natural en la que el cuerpo se enfrenta a un reto y se prepara para actuar ante una situación difícil, a niveles altos y frecuentes puede debilitar al sistema inmunológico y exponer a una persona a una diversa gama de problemas de salud.

Desear que algo sea perfecto siempre puede provocar que se caiga en un círculo vicioso, donde se generen cantidades importantes de estrés.

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La obsesión inútil con la perfección es el punto central: al atormentarnos por mejoras mínimas en nuestro trabajo -si es que en realidad son mejoras- nos impedimos alcanzar la meta real de hacer el trabajo.

“En algún momento debemos tener presente que todos los cambios que hacemos a una creación ya no la mejoran, sino que sencillamente la hacen diferente (y a veces peor). Reconocer ese punto de inflexión es una de las habilidades más difíciles de aprender, pero también es una de las más necesarias”, destacó Alex Lickerman, Doctor en Medicina de la Universidad de Chicago.

Recomendación

Una de las claves para reducir los niveles de estrés que pueden llegar a perjudicar la salud es precisamente no tratar de ser perfecto todo el tiempo.

Nadie lo es y esperar perfección de los demás aumenta el nivel de estrés (sin mencionar la presión que ejerce sobre los demás).

Algunas de las estrategias que brinda Lickerman para evitar que la búsqueda de la perfección genere estrés son:

-Aceptar los microprogresos: en lugar de ver una tarea, proyecto o decisión como elementos que deben completarse, dividirlos en unidades de progreso mínimo y hacerlas una a la vez.

-Reformular cómo pensar en los pendientes. Concentrarse menos en el resultado y más en el proceso. Hacerlo permite estar consciente de los avances que se están logrando, en lugar de obsesionarse con el resultado final de esos avances.

 

Vía: The New York Times