i-vientre-plano-comidaQuizás suena cruel poner a un adolescente muy hambriento dentro de un escáner de imagen por resonancia magnética (IRM) mientras se le muestran fotografías de hamburguesas, papas fritas, pizzas, waffles cubiertos de miel y conos de helado.

Pero gracias a 34 adolescentes voluntarios, investigadores de la Universidad Brigham Young (BYU) en Utah, EU, han encontrado una nueva forma de ayudar a los adolescentes que intentan perder esos kilos de más y así logren alcanzar un peso saludable.

La parte prometedora es que parece que podemos ayudar a las personas a aprender cómo tomar mejores decisiones sobre los alimentos”, dijo Chad Jensen, psicólogo de BYU y líder de la investigación.

En los experimentos, tres grupos de adolescentes hicieron ayuno por cuatro horas antes de observar imágenes de alimentos sanos e insanos mientras se les practicaba un escaneo cerebral. El primer grupo consistió de adolescentes con sobrepeso. El segundo estuvo conformado por adolescentes que previamente tuvieron sobrepeso, y que posteriormente lo perdieron y lograron mantenerse así por al menos un año. El tercer grupo de adolescentes históricamente había mantenido un peso saludable.

Mientras los adolescentes miraban las fotografías de diversos alimentos, los neurocientíficos observaban qué áreas de sus cerebros se iluminaban haciendo uso de IRM. Específicamente, midieron la actividad en la corteza prefrontal donde reside un proceso conocido como “función ejecutiva”. La función ejecutiva es la habilidad para procesar y priorizar intereses en disyuntiva.

Cuando fueron mostrados alimentos con un alto contenido calórico, el grupo de adolescentes que anteriormente tuvieron sobrepeso mostraron los niveles de actividad más elevados en esta región. Eso significa que dependieron de los procesos de la función ejecutiva más que los otros grupos, lo que podría explicar por qué tuvieron éxito en perder peso.

Puedes mejorar el control ejecutivo”, señaló Brock Kirwan, neurocientífico en BYU y coautor del estudio. “Los programas exitosos involucran la práctica repetida e intensificar los retos para el control ejecutivo, algo así como los programas de ejercicio exitosos”, agregó.

Los autores del estudio notaron que una variedad de actividades pueden mejorar las funciones ejecutivas de los niños, como el entrenamiento computarizado, los juegos, el ejercicio aeróbico, las artes marciales y el yoga, por mencionar algunas. Sumado a estos retos, que suelen incrementarse a lo largo del tiempo, es indispensable retrazar la entrega de premios o recompensas; de lo contrario, esa capacidad para establecer un nuevo patrón de conducta se verá mermada.

El estudio, que fue publicado en la revista Obesity, es la primera publicación realizada a partir de datos obtenidos en las nuevas instalaciones de IRM de BYU.

Otros proyectos que Jensen y Kirwan tienen en puerta es dar seguimiento a la investigación sobre el control ejecutivo y la pérdida de peso. Algo que les gustaría responder es cómo un entrenamiento generalizado sobre la función ejecutiva podría compararse con un régimen de alimentación específico.

 

Vía: Universidad Brigham Young