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Los determinantes sociales de la salud deben interpretarse y comprenderse en el contexto del racismo sistémico y cómo este afecta a diferentes culturas y etnias.

Tales determinantes, como el estatus socioeconómico, la educación, la inseguridad alimentaria, la vivienda, el empleo y el acceso a los alimentos, generan gradientes sociales e inequidades en salud.

Estas inequidades en salud y las consiguientes disparidades en salud se agravan entre las poblaciones marginadas y desatendidas, que pueden carecer de acceso a alimentos nutritivos y a la seguridad alimentaria.

La cultura también influye en la perspectiva del paciente sobre la salud y la curación, su uso de medicamentos frente a terapias alternativas, y sus elecciones y patrones alimentarios.

Existen modelos de competencia cultural que se promueven a través de libros de texto de nutrición, prácticas y pasantías para mejorar las habilidades de los dietistas y nutriólogos en relación con la diversidad etnocultural.

Sin embargo, las guías de práctica clínica, la planificación de comidas, la alimentación saludable y la terapia nutricional médica a menudo se presentan de fuera de contexto.

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El encuentro entre el dietista y el paciente se ve influenciado por las diferencias culturales, los sesgos, los prejuicios y los estereotipos.

Si un experto(a) en nutrición no gestiona de forma eficaz estas diferencias, la pérdida de confianza, comunicación y cumplimiento del plan nutricional puede contribuir a la propagación de malos resultados de salud.

Los dietistas y nutriólogos deben reconocer estas influencias diversas para cultivar un ambiente de confianza y desarrollar una afinidad con los pacientes, lo que les permitirá comunicar un plan nutricional eficaz, así como lograr un mayor cumplimiento y buenos resultados de salud.

Asimismo, la alimentación saludable varía según las comunidades etnoculturales y las ubicaciones geográficas en función de la accesibilidad, la sostenibilidad y las culturas alimentarias.

Pueden surgir disparidades en la salud si los dietistas no ofrecen intervenciones nutricionales culturalmente competentes.

Y aunque la competencia cultural no es la panacea para las disparidades en la salud, una comunicación más exhaustiva con el paciente promueve mejores resultados de salud.

La asesoría nutricional debe ser receptiva, apropiada y adaptada eficazmente al estilo de vida, las condiciones de vida, las necesidades dietéticas y la cultura alimentaria de las personas.

Por lo tanto, la competencia cultural es una habilidad crucial tanto para los especialistas en nutrición como para los profesionales de la salud.

 

Fuente: Healthline