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Seguramente, muchas veces has llenado tu copa de vino tinto mientras decías: «Dicen que es bueno para el corazón, ¿verdad?». Esta impresión ampliamente difundida se remonta a un eslogan acuñado a finales de la década de 1980: la paradoja francesa.

La paradoja francesa se refiere a la idea de que beber vino tinto es la razón de que haya tasas relativamente bajas de enfermedades cardíacas entre los franceses, pese a su afición por el queso y otros alimentos ricos en grasas. Dicha teoría ayudó a impulsar el descubrimiento de una serie de compuestos vegetales beneficiosos conocidos como los polifenoles. Tales compuestos, que se encuentran en la piel de las uvas rojas y moradas (así como en muchas otras frutas, verduras y frutos secos), explican teóricamente las propiedades protectoras del vino para el corazón. Otro argumento se deriva del hecho de que la dieta mediterránea, un patrón de alimentación que ha demostrado evitar ataques cardíacos y derrames cerebrales, incluye al vino tinto.

Sin embargo, la evidencia de que beber vino tinto en particular (o cualquier alcohol en general) puede ayudarnos a evitar enfermedades cardíacas es bastante débil, así lo asegura el doctor Kenneth Mukamal, internista del Centro Médico Beth Israel Deaconess, afiliado a la Universidad de Harvard. Toda la investigación que demuestra que las personas que beben cantidades moderadas de alcohol poseen tasas más bajas de enfermedad cardíaca es observacional. Esto significa que tales estudios no pueden probar causa y efecto, solo asociaciones.

El consumo moderado, definido como una bebida al día para mujeres sanas y dos bebidas al día para hombres sanos, se considera generalmente seguro. Pero hasta la fecha, los efectos del alcohol en la salud nunca se han probado en un ensayo aleatorizado a largo plazo.

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¿Qué dicen otros estudios?

Aunque algunos estudios sugieren que el vino es mejor para el corazón que la cerveza o los licores fuertes, otros no lo hacen, así lo señala un artículo de revisión sobre el vino y la salud cardiovascular publicado en 2017 en la revista Circulation. Esto no es sorprendente, indicó Mukamal. «En muchos casos, es difícil determinar el efecto de los patrones de consumo de tipos específicos de bebidas alcohólicas», refirió. Por ejemplo, es más probable que las personas que toman vino lo hagan como parte de un patrón saludable, como beber uno o dos vasos con una buena comida. Tales hábitos pueden explicar una buena salud cardíaca, en lugar de la elección del tipo de alcohol.

Además, la paradoja francesa podría no ser tan paradójica después de todo. Muchos expertos ahora creen que otros factores además del vino explicarían la asociación, como el estilo de vida y las diferencias en la dieta, así como el subregistro previo de muertes por enfermedades cardíacas por parte de los médicos franceses. Además, Mukamal destacó que las tasas de enfermedades cardíacas en Japón son más bajas que en Francia, pero los japoneses beben mucha cerveza y licores claros, y casi nada de vino tinto.

Con base en la información anterior, si te gusta el vino tinto, asegúrate de consumir cantidades moderadas. Sírvete 150 ml (lo que equivale a una porción) en el vaso que usas normalmente. Dicha cantidad parece más pequeña en una copa grande que en una copa de vino estándar. Asimismo, los hombres y mujeres mayores de 65 años deben limitar su consumo de alcohol a no más de una sola bebida al día. Los cambios relacionados con la edad, incluyendo la disminución de la capacidad para metabolizar el alcohol, hacen que beber cantidades más altas sean riesgosas, independientemente del sexo.

 

Vía: Harvard Medical School