supermercado-niños-obesidad-2Gracias a un estudio reciente publicado en línea en la revista American Journal of Public Health, ahora se sabe que vivir cerca de un supermercado grande podría ayudar a los niños con obesidad a bajar de peso.

«Los niños inscritos en un programa de intervención para la obesidad que vivían cerca de un supermercado redujeron su índice de masa corporal (IMC) y aumentaron su consumo de frutas y verduras«, aseguró la doctora Lauren Fiechtner, autora principal del estudio y directora de nutrición en el Hospital Pediátrico MassGeneral, en Boston, EU.

Sin embargo, la cercanía de un supermercado, por sí misma, quizás no haya actuado como el factor clave que inclinó la balanza. Los niños que tuvieron un cambio radical de hábitos en cuanto a su alimentación, además, estaban inscritos en un programa para perder peso y recibieron tips sobre cómo elegir mejor sus alimentos, destacó la investigadora.

La obesidad es un problema importante de salud púbica a nivel global. En el caso de los niños, tan solo en Estados Unidos, el porcentaje de menores con obesidad entre los 6 y 11 años de edad se multiplicó por más de dos, casi alcanzando un 18 por ciento entre 1980 y 2012, de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de dicho país. Las evidencias previas sugieren que el acceso a establecimientos que vendan alimentos saludables podría ayudar a mejorar el peso.

Para el estudio, los especialistas dieron seguimiento a casi 500 niños de 6 a 12 años de edad que fueron partícipes de un ensayo sobre la obesidad en la entidad estadounidense de Massachusetts, entre los años 2011 y 2013. Todos registraron un IMC en o por encima del percentil 95. Recordemos que el IMC es una medida de la grasa corporal basada en nuestra estatura y nuestro peso.

Algunos niños recibieron la atención usual, y otros recibieron intervenciones dirigidas para perder peso, que implicaron el aprovechamiento de entrenadores de salud, boletines que informaban a los padres sobre cómo fomentar el consumo de frutas y verduras, y recetas atractivas para los menores.

La proximidad con un supermercado pareció estar vinculada con un mayor consumo de frutas y verduras y con la pérdida de peso. No obstante y según el estudio, esto no generó ningún efecto sobre el consumo de bebidas azucaradas, las cuales están relacionadas con el aumento de peso.

Cada vez que se redujo 1 milla (1.6 km) con respecto a la distancia hacia un supermercado, quienes estuvieron en el grupo de pérdida de peso aumentaron su consumo de frutas y verduras en 0.29 porciones diarias, y su IMC disminuyó en una pequeña medida (un promedio de 0.04 unidades), en comparación con el grupo de atención tradicional. Por ejemplo, un cambio en el IMC de 0.05 unidades en una niña de 9 años en el percentil 95 del IMC equivale a 1.1 libras (0.5 kilos), detalló el estudio.

Pero una vez que los investigadores tomaron en cuenta factores como los ingresos familiares y los niveles educativos, el efecto positivo de tener cerca un supermercado decreció.

Las investigaciones previas relativas al acceso a las tiendas de alimentos y/o comida han dado resultados contradictorios. Por ejemplo, un estudio de Brian Elbel, de la Universidad de Nueva York, descubrió que las dietas de los niños que vivían en un vecindario de bajos ingresos no cambiaban mucho después de que se abriera un supermercado de servicio completo en sus alrededores.

«Observamos la influencia de los supermercados en general», apuntó Elbel, profesor asociado de salud de la población y políticas de salud. «Esos autores observaron la influencia específicamente en los inscritos en un programa para la obesidad. Creo que este trabajo nos muestra que, bajo ciertas circunstancias, incluyendo a aquellos que están motivados para perder peso, el acceso a un supermercado podría ser un factor contribuyente importante».

Los hallazgos deben interpretarse cuidadosamente, destacó Jennifer Temple, profesora asociada del departamento de salud comunitaria y conducta de la salud de la Universidad Estatal de Nueva York, en Buffalo, quien es ajena al estudio.
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Los investigadores observaron que hay un vínculo, comentó, pero «es imposible determinar si la proximidad a un supermercado provocó la diferencia en el cambio del IMC o en el consumo de frutas y verduras»; y agregó que mejorar la ingesta de frutas y verduras, así como el IMC, podría deberse a otros factores, como los ingresos familiares.

Las próximas investigaciones, mencionó Temple, «deben enfocarse en intervenciones para perder peso que estén diseñadas para familias que tengan un acceso limitado a los supermercados, para ayudarles a elegir alimentos más saludables en las tiendas y restaurantes que estén fácilmente disponibles para ellos».

Tales opciones más saludables podrían incluir comprar verduras enlatadas y congeladas, y/o usar los mercados de productores locales, cada que los haya, enfatizó.

Fiechtner aconsejó comprar productos que duren por más tiempo. Dijo que las manzanas suelen durar una o dos semanas, y que las naranjas se descomponen menos rápido que las uvas y los plátanos. Por último, subrayó que la fruta congelada sin azúcar añadida es otra opción que puede aprovecharse.

 

Vía: Health Library