Se conoce como tartamudez al trastorno del habla que involucra problemas frecuentes con la fluidez y la continuidad del habla.

De acuerdo con la Asociación Americana del Habla-Lenguaje-Audición (ASHA), la tartamudez comienza durante la niñez y, en algunos casos, dura toda la vida. Este trastorno se caracteriza por las interrupciones en la producción de los sonidos del habla.

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La mayoría de las personas que presentan este trastorno repiten algunas palabras, y otras van precedidas por un ‘mm’ o ‘eh’. Estas características no constituyen necesariamente un problema, pero pueden dificultar la capacidad de comunicación de las personas que producen demasiadas de ellas, indica la ASHA.

¿Cuáles son sus causas?

Expertos en salud afirman que existen diversos factores que contribuyen a la tartamudez, entre ellos destacan los siguientes:

-Genética (aproximadamente el 60% de las personas que presentan este trastorno tienen un familiar cercano que también lo padece).

-Otros problemas del habla y el lenguaje, o retrasos en el desarrollo.

-Diferencias en el modo en que el cerebro procesa el lenguaje.

-Nivel de actividad alto o incrementado.

-Rápida velocidad de habla.

¿Cómo identificar sus signos tempranos?

Los especialistas señalan que muchos niños pequeños pasan por una etapa entre los 2 y los 5 años de edad en la cual presentan tartamudez, repitiendo ciertas sílabas, palabras o frases, las prolongan, o se detienen y no emiten determinados sonidos y sílabas.

La mayoría de los niños que comienzan a tartamudear antes de los 5 años dejan de hacerlo sin necesidad de alguna intervención, indican los expertos. Sin embargo, si la tartamudez es frecuente, continúa empeorando y viene acompañada de movimientos faciales o corporales, se debe acudir con un médico.

También se recomienda buscar ayuda especializada en los siguientes casos:

-El niño tiene 5 años y continúa tartamudeando.

-Las repeticiones de frases y palabras completas se vuelven excesivas y constantes.

-Repeticiones de sonidos y sílabas comienzan a ocurrir con mayor frecuencia.

-Hay un incremento en la prolongación de las palabras.

-El habla comienza a ser especialmente difícil o demanda mucho esfuerzo.

-Advierte mayor opresión o tensión facial en los músculos que se utilizan al hablar.

-Hay tensión vocal que genera mayor tono o volumen.

-El niño intenta evitar situaciones en las que debe hablar o cambia una palabra por miedo a tartamudear.

 

Vía: Kid’s Health