Semaforo rojo al aceite de oliva y a los frutos secos

  • Reino Unido aplica un sistema de etiquetado para recomendar o desaconsejar el consumo
  • La industria protesta porque el modelo no valora la dieta total
  • Italia lleva el debate a Bruselas

Los productos de alimentación de la mayoría de los supermercados británicos lucen desde verano un semáforo. En rojo, el comprador debe pensárselo dos veces antes de ponerlo en el carrito. En verde, tiene vía libre. “Es la elección más sana”, señala sin ambages la Agencia de Seguridad Alimentaria. El método de etiquetado, sin embargo, no ha podido evitar una polémica que ha traspasado las fronteras de Reino Unido. Productos como el aceite de oliva, los frutos secos o algunas carnes han recibido el castigo de un semáforo rojo, lo cual podría penalizar su consumo. El Gobierno británico y quienes lo avalan defienden el modelo para luchar contra la obesidad ante la ineficacia de otras medidas, mientras que la industria alimentaria y otros expertos consideran que ese semáforo solo sataniza un producto en concreto sin tener en cuenta la dieta global del ciudadano.

El esquema de etiquetado de semáforos rojos es una medida más de las que se están impulsando en Europa y Estados Unidos para luchar contra la obesidad. El Departamento de Sanidad de Semaforo rojo al aceite de oliva y a los frutos secos intReino Unido, estima que los problemas de salud relacionados con el sobrepeso cuestan cerca de 5,000 millones de libras al año (5,900 millones de euros) al sistema. Por ello, el Gobierno británico ha implantado un esquema en el que combina los tres colores del semáforo, verde, ámbar y rojo, para indicar cuántas calorías, grasa, grasas saturadas, azúcar y sal tiene un producto.

A partir de esos elementos, el consumidor debe tomar su decisión. La Agencia de Seguridad Alimentaria (FSA, por sus siglas en inglés) ha elaborado una guía para ayudar a los consumidores a lograr un “mejor equilibrio” en su dieta. El documento es tajante. Sobre el rojo sostiene: “Está bien consumir el producto ocasionalmente o por placer, pero piensa con qué frecuencia lo eliges y cuánto de él comes”. El ámbar es una buena decisión, pero para la FSA la “elección más sana” es la del producto que luzca el verde. El sistema no se aplica al producto final sino a cada uno de sus nutrientes, por lo que es el consumidor el que debe evaluar qué alimento se aproxima más al verde.

El sistema del semáforo, que debe estar en la parte frontal del producto, es voluntario, puesto que la actual normativa comunitaria no lo contempla. Sin embargo, según el Gobierno británico, las empresas que se han adherido al uso de la etiqueta comercializan más del 60% de la comida que se vende en Reino Unido. La medida ha soliviantado a la industria agroalimentaria europea, pero en especial a la italiana, mientras que los consumidores, sin considerarla la medida óptima, la han respaldado. “Todos tenemos la responsabilidad de abordar el desafío de la obesidad, incluida la industria alimentaria”, dijo la ministra de Sanidad británica, Anna Soubry, cuando entró en vigor el etiquetado en junio.

 

Vía: El País