Tu sistema inmunológico defiende a tu cuerpo contra sustancias que considera dañinas o extrañas. Tales sustancias reciben el nombre de antígenos, las cuales pueden ser gérmenes como bacterias y virus, o incluso productos químicos o toxinas. También pueden ser células dañadas por afecciones como el cáncer o las quemaduras solares.

Cuando tu sistema inmunológico reconoce un antígeno, lo ataca. Esto se conoce como respuesta inmune. Parte de dicha respuesta es producir anticuerpos, que son proteínas que trabajan para atacar, debilitar y destruir antígenos. Tu cuerpo también produce otras células para combatir el antígeno.

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Existen tres tipos diferentes de inmunidad:

  • Inmunidad innata. Es la protección con la que se nace. Es la primera línea de defensa de tu cuerpo. Incluye barreras como la piel y las mucosas. Evitan que las sustancias nocivas entren en el organismo. También incluye algunas células y sustancias químicas que pueden atacar sustancias extrañas.
  • Inmunidad activa. También llamada inmunidad adaptativa, se desarrolla cuando se infecta o se vacuna contra una sustancia extraña. La inmunidad activa suele ser duradera. Para muchas enfermedades, puede durar toda la vida.
  • Inmunidad pasiva. Ocurre cuando recibes anticuerpos contra una enfermedad en lugar de producirlos a través de tu propio sistema inmunológico. Por ejemplo, los bebés recién nacidos poseen anticuerpos de sus madres. Las personas también pueden obtener inmunidad pasiva mediante productos sanguíneos que contienen anticuerpos. Este tipo de inmunidad te brinda protección de inmediato, pero solo dura unas pocas semanas o meses.

 

Fuente: U.S. National Library of Medicine