Tu piel es tu órgano más grande y posee tres capas principales. Empezando por la más externa, estas incluyen la epidermis, la dermis y la hipodermis. Dichas capas protegen tu cuerpo de agentes externos así como de los rayos UV y las bacterias, y también ayudan a producir vitamina D gracias a la luz solar. Cualquier área del cuerpo con glándulas sebáceas es propensa al acné, especialmente la cara, la espalda y el pecho.

Las cicatrices del acné son el resultado de la inflamación de las imperfecciones causadas por el acné. El poro con acné se hincha y se produce una ruptura en la pared del poro. Algunas imperfecciones del acné son pequeñas y las cicatrices creadas son superficiales y sanan rápidamente. En ocasiones, el contenido de las imperfecciones se derrama en el tejido circundante y da lugar a cicatrices más profundas. La respuesta de la piel es reparar la cicatriz formando nuevas fibras de colágeno.

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Las cicatrices causadas por acné adoptan dos formas principales: se desarrolla una cicatriz cuando hay una pérdida de tejido, lo que da como resultado una hendidura en la superficie de la piel; o se desarrolla una cicatriz que se eleva en la superficie de la piel. De hecho, este último tipo de cicatriz de acné es una señal de que tu piel está haciendo su trabajo, pero quizás demasiado bien. Tu piel crea colágeno («tejido de reparación») para ayudar a curar la herida y el acné, pero, si produce demasiado, se forman cicatrices elevadas.

Toma en cuenta que el hecho de que tengas acné no significa que desarrollarás cicatrices. Y si lo haces (una de cada cinco personas con acné tendrá cicatrices), la buena noticia es que no todas las cicatrices del acné son permanentes. Existen tratamientos disponibles, y algunos de ellos permiten eliminarlas casi por completo. Otros ayudan a que la piel se cure con su propio colágeno.

 

Fuente: Cleveland Clinic