El encierro a causa de la pandemia por COVID-19 ha alterado dramáticamente los hábitos de sueño de las personas, llevando a que duerman muy poco o demasiado. Si este es tu caso, eres adulto y además padeces asma, te gustará saber que un nuevo estudio publicado en la revista Annals of Allergy, Asthma and Immunology reveló que tales hábitos podrían empeorar dicha condición respiratoria.

Los investigadores preguntaron a casi 1,400 adultos con asma de 20 años o más sobre sus hábitos de sueño.

Alrededor de una cuarta parte dijo que dormían cinco horas o menos por la noche (durmientes cortos), 66% dormían de seis a ocho horas por la noche (durmientes normales) y 8% dormían nueve o más horas por la noche (durmientes largos).

Según el estudio, los durmientes cortos fueron más propensos a ser más jóvenes y no blancos, mientras que los durmientes largos fueron mujeres, fumaban y tenían más edad.

«La alteración del sueño en un paciente con asma podría ser una señal de alerta que indica que su asma no está bien controlada», señaló la doctora Gailen Marshall, alergóloga y editora en jefe de la revista antes citada.

La investigación advierte que «se pueden esperar consecuencias cuando los patrones de sueño son crónicamente inadecuados», dijo Marshall.

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En comparación con los durmientes normales, los durmientes cortos mostraron las siguientes complicaciones:

  • Un mayor riesgo de ataque de asma
  • Tos seca y hospitalización nocturna durante el año pasado
  • Peor calidad de vida relacionada con la salud, incluida la mala salud física y mental
  • Inactividad debido a la mala salud
  • Uso más frecuente de atención médica general durante el año pasado

Respecto a los durmientes largos, estos mostraron más probabilidades de tener alguna limitación de actividad debido a las sibilancias en comparación con los durmientes normales, pero no otras diferencias significativas.

«Investigaciones previas revelaron que la mala calidad del sueño tiene un efecto negativo sobre los síntomas de asma en los adolescentes», mencionó Faith Luyster, autora del estudio.

«Nuestro trabajo muestra que los adultos con asma se ven igualmente afectados por un sueño corto [o a veces prolongado]. En comparación con los que duermen normalmente, una mayor proporción de durmientes cortos y largos informaron haber tenido un ataque de asma durante el último año (45% vs. 59% y 51% respectivamente), y tuvieron más días con una calidad de vida relacionada con deterioro en su salud. La calidad de vida deteriorada se caracterizó por más días de mala salud física y mental», dijo Luyster.

Marshall resaltó que el estudio añade evidencia sólida a la práctica de pacientes con asma que discuten problemas de sueño con su alergólogo. Dichas discusiones pueden ayudar a determinar si requieren cambiar su plan de asma para lograr un sueño adecuado como componente del buen manejo general del asma.

 

Vía: Health Day News