clikisalud_-saludmental_mujeres.2Un estudio del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que la sociología feminista puede hacer aportaciones a los debates sobre la relación entre la salud mental y las condiciones sociales derivadas de la situación de género.

El trabajo muestra cómo se ha abordado el problema de la salud y el padecimiento mentales desde esta disciplina, que reinterpretados desde un enfoque de género pueden aportar conocimiento sobre la especificidad de los problemas psíquicos y emocionales que aquejan a las mujeres.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que son más de 450 millones de personas las que sufren algún tipo de problema psíquico. Las investigaciones auspiciadas por esta institución han mostrado que el género tiene un peso fundamental en la salud mental de los sujetos.

A principios del milenio, la problemática de la salud mental comenzó a cobrar fuerza, por lo que la OMS instó a las naciones que la integran a realizar encuestas epidemiológicas a nivel nacional, con la finalidad de conocer a detalle las condiciones mundiales en torno a la salud y padecimientos mentales y diseñar estrategias exitosas para enfrentar su incremento en las próximas décadas.

Las investigaciones sobre la relación entre género y salud mental nacieron en el seno de la academia en los años setenta del siglo pasado con el ascenso de la segunda ola del feminismo. La preocupación fundamental que guió los primeros trabajos fue el análisis de la sobrerrepresentación de mujeres en las estadísticas epidemiológicas psiquiátricas realizadas hasta entonces, pues parecía darse en todos los niveles al observarse que eran hospitalizadas con mayor frecuencia, usaban más los servicios ambulatorios y se les recetaban mayores cantidades de psicotrópicos que a sus contrapartes masculinas. Además, intentaban dar cuenta de por qué mujeres y hombres sufrían diferentes tipos de padecimientos.

Estos estudios repercutieron en la manera en que instituciones como la OMS conceptualizan actualmente la salud mental, así como en la organización de sus programas y políticas. Aceptar que las nociones de salud y padecimiento mental son fenómenos sociales y culturales nos obliga a dejar de pensarlas como condiciones objetivas con características invariables, para reconceptualizarlas como manifestaciones que se construyen y se nombran a través de un marco de referencia históricamente determinado.

En los últimos años, la investigación sociológica en torno a la salud mental ha cobrado un nuevo ímpetu, generando teorías y conceptos que podrían ser útiles en la búsqueda de soluciones. No obstante, para que sus aportes sean provechosos, tendrá que evitar su tendencia a concebir a las personas con afecciones mentales como una población homogénea. Es aquí donde el trabajo de las feministas ha constituido un aporte fundamental que la sociología debe retomar.

Es crucial fomentar en la academia la realización de investigaciones feministas en esta disciplina que, partiendo del concepto de género, hagan visibles las problemáticas específicas de mujeres y hombres en relación con la salud mental. Tales estudios deben ser capaces de relacionar los padecimientos mentales tanto con los contextos inmediatos de las personas, como con las estructuras sociales en las que prevalecen desigualdades que afectan negativamente la salud, con el objetivo de ubicar qué tipo de acciones son necesarias para resolverlos.

Aunque los avances médicos han sido importantes para el mejoramiento de la salud, lo que repercutió de manera fundamental en el descenso de los padecimientos y el incremento de las expectativas de vida fue la introducción de políticas de salud e higiene, y los cambios sociales y económicos registrados en materia de vivienda, alimentación, derechos laborales, etc. Es así como la mejora de la salud de las mujeres ha pasado menos por descubrimientos médicos que por la eliminación de la discriminación e inequidad tanto en las políticas de salud como en el orden de género.

Lo anterior requiere necesariamente de investigaciones que, a partir de análisis críticos de los discursos, prácticas médicas y políticas de salud, evidencien y resuelvan los sesgos androcéntricos de las categorías diagnósticas y las prácticas en la medicina actual.

 

Vía: Académica