Como dice el refrán, «tiempos desesperados requieren medidas desesperadas». Cuando la seguridad de tu hijo está en riesgo, ya sea que haya corrido a la calle, alcanzado una vela encendida o llegado peligrosamente cerca de una piscina, gritar, gritar y gritar es una respuesta perfectamente normal (¡y necesaria!). Después de todo, en ese momento, harías todo lo posible para llamar la atención de tu hijo y sacarlo del peligro que se encuentra a su paso.

Tras un episodio como este, es natural que los niños lloren —y que quieras disculparte—. Pero la verdad es que tus hijos probablemente llorarán en respuesta al miedo y a la urgencia en tu voz, mas no porque hayas sido «demasiado severo(a)». En momentos como estos, está bien consolarlos sin disculparse. Dale un abrazo a tu hijo o hija y dile algo como: «Sé que estás molesto(a), pero lo que hiciste fue peligroso y tuve miedo de que te fueras a lastimar, nunca debes hacer eso de nuevo». Castigar a los niños después de un evento como este generalmente no es necesario, ya que probablemente han aprendido la lección.

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Por otro lado, hay momentos en donde ser demasiado severo —como gritar regularmente por ofensas menores— puede ser contraproducente. Los niños pueden volverse inmunes a las exageradas reacciones de los padres y dejar de tomarlos en serio. Si sientes que tienes este hábito, toma una respiración profunda antes de responder al comportamiento de tu hijo y pregúntate: «¿Estoy a punto de reaccionar exageradamente?» Si es así, camina por unos minutos y vuelve cuando te hayas calmado.

En general, cuando se trata de disciplinar a los niños, lo mejor es hablar con una voz baja y firme y mantener tu enfoque en el comportamiento, no en el niño. También es útil usar consecuencias naturales siempre que sea posible. Esto significa que si tu hijo(a) ha arrojado un juguete, debes pedirle que lo recoja. Si él o ella ha tomado algo de su hermano(a), pídele que lo devuelva. Si decide no cumplir, debes seguir un tiempo de espera apropiado para su edad u otra consecuencia, pese a sus súplicas llenas de lágrimas. La consistencia es la clave para una disciplina efectiva, y ceder ante las lágrimas de un niño puede reforzar inadvertidamente el comportamiento negativo.

 

Vía: Kids Health