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meditacionUn nuevo estudio ha descubierto que la práctica de yoga puede ser benéfica para las mujeres que han sobrevivido al cáncer de mama, al reducir la fatiga y la inflamación. Si bien el yoga tiene muchos componentes, los investigadores creen que la respiración y la meditación juegan el papel más importante en estos beneficios.

Después de 12 semanas de clases de yoga, un grupo de mujeres que completaron su tratamiento contra el cáncer de mama, incluyendo cirugía y radioterapia, mostraron una reducción promedio en la fatiga del 57% y superior al 20% en inflamación, esto comparado con un grupo similar que no tomó instrucción de yoga.

Los investigadores también hallaron que entre más yoga practicaron estas mujeres, obtuvieron mejores resultados. Los resultados de esta investigación, fueron publicado en la Revista de Oncología Clínica.

La autora principal del estudio, Janice Kiecolt-Glaser, profesora de Psiquiatría y Psicología en la Universidad Estatal de Ohio, en Columbus, señala que la investigación muestra cómo varios meses de práctica mediana del yoga puede tener beneficios substanciales para las mujeres que han padecido cáncer de mama. La profesora Kiecolt-Glaser también cree que estos resultados podrían aplicar para otras personas que tienen problemas con la fatiga y la inflamación.

Muchos estudios han mostrado que el yoga puede beneficiar a los pacientes con cáncer. De hecho, un estudio realizado en 2010 reportó que 4 semanas de yoga podían reducir la fatiga y mejorar la calidad del sueño en los sobrevivientes de cáncer, quienes también reportaron tomar una menor cantidad de medicamentos para el sueño y una mejor calidad de vida.

Sin embargo, los investigadores de este nuevo estudio creen que se trata de la mayor investigación aleatoria controlada sobre los efectos del yoga en los sobrevivientes de cáncer, incluyendo mediciones biológicas. El equipo decidió concentrarse en las sobrevivientes de cáncer de mama debido a su tratamiento es muy riguroso y agotador, explicó la profesora Kiecolt-Glaser.

“Uno de los problemas que ellas enfrentan es una verdadera reducción de su capacidad cardiorespiratoria. El tratamiento es tan debilitantes y ellas están tan cansadas, que entre menos actividad física realizan, menos son capaces de hacer. Es una espiral descendente”, dijo.

Para el estudio los investigadores reclutaron a 200 mujeres que habían recibido tratamiento contra el cáncer de mama y de manera aleatoria se les asigno a un grupo de intervención y a otro de control. La participantes tenían entre 27 y 76 años de edad y habían completado su cirugía o radioterapia entre 2 y meses y 3 años antes de realizar el experimento. Ninguna de ellas anteriormente habían hecho yoga.

Deliberadamente fueron reclutadas participantes dentro de un amplio rango de edad y con distintas etapas de cáncer, esto con el objetivo de que los resultados pudieran generalizarse a un espectro amplio de sobrevivientes de la enfermedad.

Los investigadores creen que la respiración y la meditación fueron componente del yoga que probablemente tuvieron un gran impacto en las sobreviventes de cáncer. El grupo de intervención recibió durante doce semanas dos sesiones semanales de 90 minutos de Hatha Yoga y se les animó a practicarla en casa. Las participantes llevaron una bitácora de las horas totales de práctica.

Al grupo de control se le apunto para que al terminar el estudio tuviese las mismas clases de yoga, y se les pidió que durante el tiempo que durara la investigación no la practicaran.

Durante el estudio se pudieron registrar dos tipos de resultados en tres etapas distintas (inicio, final y tres meses después de terminado). En esas tres etapas se pidió a ambos grupos que contestaran un cuestionario que permitió a los investigadores evaluar la fatiga, los niveles de energía, síntomas de depresión, calidad del sueño, dieta y ejercicio.

También se tomaron pruebas de sangre para realizar mediciones de los niveles de las tres proteínas relacionadas con la inflamación. A las participantes se les inyectó un compuesto que provocó una respuesta inmune antes de tomar las muestras de sangre.

Se encontró que inmediatamente después de que las clases de yoga terminaron, el grupo de intervención reportó en promedio una reducción del 41% de los síntomas de fatiga y un incremento del 12% en sus calificaciones de vitalidad, esto comparado con el grupo de control.

También el grupo que realizó yoga mostró en promedio una menor presencia de las proteínas relacionadas con la inflamación, entre el 10 y el 15% dependiendo del tipo de proteína.

Análisis posteriores mostraron que el grupo de yoga experimentó una mejoría significativa en el sueño, comparado con el grupo de control.

La profesora Kiecolt-Glaser señala que “estábamos realmente sorprendidos por los datos, porque estudios recientes sobre el ejercicio sugerían que las intervenciones basadas en el ejercicio no necesariamente disminuyen la inflamación, a menos que se trate de gente con sobrepeso sustancial o problemas metabólicos. En este grupo, las mujeres no perdieron peso, pero observamos una realmente marcada reducción en la inflamación. Así que éste fue un descubrimiento particularmente sorprendente en términos biológicos”.

Un buen número de problemas de salud están vinculados con la inflamación crónica, incluyendo la diabetes tipo 2, enfermedades coronarias y la enfermedad de Alzheimer.

Tiempo después, en la evaluación a los 6 meses (3 meses después de que las clases de yoga finalizaran), los beneficios parecían haber continuado e incluso mejorado, ya que la fatiga fue 57% menor y la inflamación entre 13 y 20% menor dentro del grupo del yoga, frente al que no la realizó.

La prof. Kiecolt-Glaser explica que “pensamos que la mejora en el sueño puede ser parte del mecanismo que observamos. Cuando las mujeres durmieron mejor, la inflamación pudo haber disminuido por ello. Reducir la fatiga permite a las mujeres involucrarse en otras actividades al paso del tiempo. Entonces, el yoga ofrece una variedad de beneficios adicionales además de los ejercicios de yoga en sí mismos”.