La actividad que ocurre en nuestro cuerpo genera reacciones. Gracias a ello, podemos percibir el dolor, la temperatura corporal, los latidos del corazón, nuestra respiración, el tránsito intestinal, la contracción de nuestros músculos, entre otras sensaciones.

Fuera de esa dimensión corporal, existe otra dimensión sobre lo que sentimos: los sentimientos y las emociones. Los sentimientos nos alertan sobre lo malo y nos motivan a buscar soluciones; al tiempo que nos indican sobre aquellas cosas o situaciones que son buenas y que debemos preservar.

Las emociones son expresiones automáticas, inconscientes, intensas y breves, que ocurren como respuesta a un estímulo. Aunque se piensa que tienen que ver simplemente con los sentimientos, también generan una expresión física, al activar una parte del cerebro —conocida como sistema nervioso autónomo—, el cual regula distintos procesos en el organismo, como la presión arterial y la frecuencia respiratoria.

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Una persona que se preocupa todo el tiempo y que está en un estado emocional permanente de ansiedad, mantiene el componente físico de ésta, como aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, tensión en los músculos, dolor, fatiga y cansancio, síntomas que afectan la calidad de vida.

Entonces, ¿cómo saber que necesitas ayuda?

Cada trastorno mental tiene sus propios signos y síntomas. Considera que, en ocasiones, puede ser necesario recurrir a un profesional. Para determinarlo, toma en cuenta las siguientes señales de alerta.

  • Cambios en los hábitos alimenticios —adelgazamiento, dieta restrictiva, ingesta de comida excesiva, etcétera—.
  • Cambios en los hábitos de descanso —exceso o falta de sueño, despertar por la noche, tardar mucho en conciliar el sueño, cansancio sin motivo, entre otros síntomas—.
  • Falta de concentración y problemas de memoria.
  • Dificultad para superar problemas o tomar decisiones.
  • Ansiedad o exceso de preocupación anormal.
  • Pensamiento acelerado o lento.
  • Cambios de ánimo muy extremos.
  • Ira o susceptibilidad con amigos y familiares.
  • Indiferencia hacia el futuro y falta de ilusiones.
  • Pensamiento paranoide.
  • Obsesiones desmesuradas —lavarse las manos compulsivamente, comprobar una y otra vez las cosas o exceso de perfeccionismo, etcétera—.
  • Alucinaciones y miedo excesivo.

No tengas miedo o vergüenza de pedir ayuda. Un experto en salud mental puede ayudarte a recuperar tu tranquilidad. 

 

Vía: Hola Doctor