De acuerdo con el Sistema de Salud de la Universidad de Michigan, la frecuencia cardíaca normal para un adulto sano es de entre 60 y 100 latidos por minuto. Las frecuencias cardíacas de más de 100 latidos por minuto (taquicardia) pueden deberse a:

  1. Ejercicio o estrés. Esta frecuencia cardíaca rápida generalmente regresa al rango normal (60 a 100 latidos por minuto) con descanso y relajación.
  2. Enfermedades que provocan fiebre. Cuando la causa de la fiebre desaparece, la frecuencia cardíaca suele volver a la normalidad.
  3. Deshidratación. Cuando se trata la deshidratación (beber una cantidad adecuada de líquidos), la frecuencia cardíaca generalmente vuelve a la normalidad.
  4. Efectos secundarios de los medicamentos, especialmente medicamentos para el asma.
  5. Tabaquismo intenso, así como consumo excesivo de alcohol, cafeína u otros estimulantes, como pastillas para adelgazar. Dejar de consumir tabaco, alcohol, cafeína u otros estimulantes puede ayudar a que tu frecuencia cardíaca vuelva a la normalidad.
  6. Uso de drogas como cocaína, anfetaminas y metanfetaminas.

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RECUERDA: Los bebés y los niños menores de 2 años tienen frecuencias cardíacas más elevadas porque su metabolismo corporal es más rápido. La frecuencia cardíaca disminuye a medida que los niños crecen y, por lo general, al llegar a la adolescencia, la frecuencia cardíaca se ubica en el mismo rango que la de un adulto.

Una frecuencia cardíaca rápida puede deberse a un problema de salud más grave. Una enfermedad del corazón u otras afecciones médicas a veces pueden causar una frecuencia cardíaca rápida, que a su vez pueden ocasionar palpitaciones, mareos, aturdimiento o desmayos.

Los problemas del ritmo cardíaco que causan una frecuencia cardíaca rápida incluyen fibrilación auricular y taquicardia supraventricular (TSV).

Con base en la información anterior, si padeces una enfermedad cardíaca o insuficiencia cardíaca, o si has tenido un ataque cardíaco, asegúrate de comprender la gravedad de un cambio en tu frecuencia o ritmo cardíaco.

 

Fuente: University of Michigan Health