El tipo de televisión que las familias observan incide en la cantidad de comida chatarra que comen los niños en edad preescolar, según una investigación de la Universidad de Michigan, Estados Unidos.

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Los científicos detectaron que los niños que viven en hogares donde sus padres habitualmente ven televisión con gran cantidad de anuncios de alimentos, consumen más comida chatarra y son proclives a tener una perspectiva distorsionada de lo que es la comida sana.

La asociación entre ver televisión y la ingesta de este tipo de comidas era mucho más evidente en los hogares con “seguridad alimentaria”. Se consideran estas casas como las que cuentan con un fácil acceso a todas las clases de alimentos. Por ende, en los hogares con “inseguridad alimentaria”, no es posible satisfacer los antojos cuando se ven en la publicidad.

Los resultados, que se sustentan en encuestas a más de 100 padres y a sus hijos, serán exhibidos en la reunión anual de la Asociación Internacional de Comunicación (International Communication Association) del 17 al 21 de junio, en Londres.

La importancia de los años preescolares

Los años preescolares son fundamentales para determinar si un niño será obeso al crecer. Por ende, es de suma importancia estar informados sobre todos los factores que podrían generar hábitos de alimentación insanos, indicó Kristen Harrison, coautora de la investigación.

“El rebote de adiposidad en niños que crecen para tener un peso normal tiende a darse en edades de cinco o seis años, mientras que para quienes crecerán obesos comienza cerca de los tres años. Necesitamos conocer tanto como podamos sobre los factores que dan paso a una alimentación que propicia la obesidad durante esas etapas, aun cuando comer de esa forma no va a manifestar obesidad sino hasta que el niño crezca”, fundamenta Harrison.

Estudio mexicano

Otra investigación llevada a cabo por el Instituto Nacional de Salud Infantil de México se complementa con el estudio previo mencionado, indicando que por cada hora de televisión que miran los infantes, reducen en un 8% las probabilidades de que coman frutas y verduras. Por otra parte, son un 18% más propensos a consumir dulces y un 16% a comida chatarra.

Las conclusiones de este análisis fueron publicadas en la revista especializada “Archives of Pediatrics & Adolescent Medicine”.