El sentimiento de venganza es uno de los grandes protagonistas de un sinfín de películas, series de televisión, novelas literarias y videojuegos. Si bien se trata de un sentimiento común, lo cierto es que no es nada bueno para nuestra salud.

La mayoría de las historias que abordan la venganza suelen centrarse en el sentimiento de redención que tiene una persona al conseguir su tan anhelado objetivo. Sin embargo, no se enfocan en algo mucho más importante: las repercusiones que este sentimiento puede llegar a tener en la salud integral.

¿Qué es el sentimiento de venganza?

Este se produce cuando una persona recibe daño. Ya sea directa o indirectamente: un amigo o familiar menospreció una meta personal, un colega hizo un mal comentario, un profesor o jefe ignoró nuestro trabajo, etc.

Esta acción suele causar resentimiento y, la mayoría de las veces, hacer que una persona se sienta herida, enojada y con ganas de ‘desquitarse’.

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“Si lastiman o amenazan algo que apreciamos -ya sea a nuestros hijos, pareja o seres queridos, nuestro trabajo o alguna causa que nos apasiona-, es instintivo querer hacer algo al respecto. Cuando nos hacen algún mal, buscar venganza es un instinto primitivo”, explicó Robin Gaines Lanzi, profesora de conducta y de salud en la Universidad de Alabama, en Estados Unidos.

¿Cómo afecta nuestra salud integral?

El resentimiento que genera posteriormente los deseos de venganza suele tener repercusiones a nivel físico y mental, entre las que se encuentran:

1. Altera negativamente el funcionamiento del sistema inmunológico, lo que nos hace más vulnerables ante enfermedades.

2. El odio, la rabia o el resentimiento son considerados como factores de riesgo para desarrollar posibles problemas cardiovasculares.

3. Produce angustia, amargura, apatía y baja autoestima.

4. Deteriora las relaciones con los demás.

¿Cómo combatirlo?

Lo ideal para combatir la venganza y cualquier otro sentimiento negativo -según expertos en salud- es estructurar y procesar adecuadamente estas emociones tóxicas.

“Muchas veces lo tóxico o dañino no es necesariamente la emoción en sí misma, sino la manera en que se sobrelleva”, indicó Erin Engle, directora clínica de Servicios Especializados en Psiquiatría en el Centro Médico de la Universidad de Columbia, Estados Unidos.

La mayoría de las veces no podemos controlar cuándo las emociones tóxicas invadirán nuestra mente, pero lo que sí podemos controlar es la manera en que reaccionamos ante ellas. Lo mejor que podemos hacer es explorar nuestro interior, encontrar la raíz de ese sentimiento negativo y utilizarlo como aprendizaje o como advertencia para avanzar hacia algo más positivo, aconsejó.

“Si te concentras en ser más saludable emocional, mental y físicamente, no solo te sentirás mejor, sino que podrás manejar futuras dificultades con más aplomo y sabiduría”, concluyó.

 

Vía: The New York Times