Obesidad y nutrición, Salud Mental
Comer sin tener hambre física es más común de lo que parece, y suele estar relacionado con lo que se conoce como hambre emocional. Esta ocurre cuando usamos la comida para gestionar emociones en lugar de responder a una necesidad fisiológica. Reconocerla es clave para mejorar nuestra relación con los alimentos.
1. ¿Qué es el hambre emocional?
A diferencia del hambre física, que surge de la necesidad real de energía y nutrientes, el hambre emocional aparece como respuesta a emociones como estrés, tristeza, ansiedad, aburrimiento o incluso alegría. Se caracteriza por una urgencia repentina de comer, muchas veces alimentos específicos y muy calóricos.
2. ¿Cómo se manifiesta?
El hambre emocional suele ser impulsiva. Puede aparecer poco después de haber comido y se enfoca en alimentos reconfortantes, como dulces, pan, comida rápida o frituras. Además, rara vez desaparece una vez que se ha comido, y puede ir acompañada de sentimientos de culpa o malestar.
3. ¿Por qué ocurre?
La comida puede generar una sensación de alivio momentáneo gracias a su impacto en ciertos neurotransmisores como la dopamina. Por eso, en momentos difíciles o de tensión, el cuerpo puede buscar ese “reconforte rápido” que dan algunos alimentos, aunque no exista una necesidad física de comer.
4. ¿Cómo distinguir entre hambre física y emocional?
El hambre física aparece gradualmente, puede esperar y se satisface con casi cualquier alimento. En cambio, el hambre emocional es repentina, urgente, y suele buscar algo específico. Además, no suele traer saciedad duradera.
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5. ¿Qué hacer ante el hambre emocional?
Es importante identificar las emociones que la provocan. Llevar un registro puede ayudar, así como practicar técnicas de manejo emocional: respirar profundamente, caminar, escribir o hablar con alguien. También es útil fortalecer hábitos de alimentación consciente.
Comer por emociones es algo natural en ciertos momentos, pero cuando se vuelve frecuente puede afectar la salud física y mental. Escuchar al cuerpo, reconocer las señales verdaderas de hambre y encontrar otras formas de gestionar las emociones es fundamental para tener una relación saludable con la comida.
Fuente: Mayo Clinic