Algunos pacientes críticos con COVID-19 han sido tratados con altas dosis de vitamina C intravenosa (C IV) con la esperanza de acelerar su recuperación. Sin embargo, hasta el momento NO existe evidencia científica clara o convincente de que funcione para las infecciones por COVID-19, y no se considera un método estándar del tratamiento para esta nueva infección. Se está concretando un estudio en China para determinar si este tratamiento es útil para pacientes con COVID-19 grave. Los resultados saldrán a la luz en otoño.

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La idea de que las dosis altas de vitamina C IV podría ayudar a combatir infecciones abrumadoras no es nueva. Un estudio de 2017 halló que el tratamiento con altas dosis de vitamina C IV (junto con tiamina y corticosteroides) parecía prevenir las muertes entre personas con sepsis, una forma de infección abrumadora que ocasiona presión arterial peligrosamente baja e insuficiencia orgánica. Otra investigación publicada el año pasado evaluó el efecto de las infusiones de vitamina C a dosis altas en pacientes con infecciones graves que tenían sepsis y síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA), cuyo síntoma principal es que los pulmones se llenan de líquido. Aunque las principales medidas de mejora del estudio no prosperaron dentro de los primeros cuatro días de la terapia con vitamina C, a los 28 días hubo una tasa de mortalidad más baja entre los pacientes tratados. Aunque ninguno de estos estudios analizó el uso de vitamina C en pacientes con COVID-19, la terapia con vitaminas se administró específicamente para la sepsis y el SDRA, siendo estas las afecciones más comunes que llevan a la gente a la unidad de cuidados intensivos, a ser conectadas a soporte vital o incluso a la muerte entre aquellos con infecciones graves por COVID-19.

Con respecto a la prevención, NO hay evidencia de que tomar vitamina C ayude a prevenir la infección por el coronavirus causante de COVID-19. Si bien las dosis estándar de vitamina C suelen ser inofensivas, las dosis altas pueden causar una serie de efectos secundarios, que incluyen náuseas, calambres y un mayor riesgo de cálculos renales.

 

Vía: Harvard Medical School