Muchas personas optan por no vacunarse contra la influenza (también llamada gripe) debido a los mitos que existen alrededor de la enfermedad o la vacuna.

Por ello, aquí te mencionamos los más populares con sus respectivas verdades:

1. Mito: La influenza es una enfermedad menor.

Verdad: La influenza y sus complicaciones causaron de 3,000 a 49,000 muertes cada año entre 1976 y 2006 tan solo en Estados Unidos.

2. Mito: La vacuna causa la gripe.

Verdad: No puedes contraer influenza si te vacunas contra ella. La vacuna contra la gripe está hecha de virus muertos y, por lo tanto, no puede causar la enfermedad. Asimismo, los virus debilitados que se usan en la versión en aerosol nasal de la vacuna contra la influenza pueden causar síntomas similares a los de un resfriado, pero no pueden causar la enfermedad.

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3. Mito: La vacuna provoca efectos secundarios desagradables.

Verdad: La vacuna no causa efectos secundarios en la mayoría de las personas. Las vacunas anteriores (décadas de 1940 a 1960) tenían efectos secundarios más desagradables, pero esto es muy raro en la actualidad. Además, ya se encuentra disponible una vacuna intradérmica contra la gripe. En esta, se utiliza una aguja más pequeña y la vacuna se inyecta en la piel en lugar den el músculo, lo que permite reducir la incomodidad en el momento de la inyección.

4. Mito: La vacuna es ineficaz porque algunas personas tuvieron una enfermedad similar a la gripe después de recibir la vacunación.

Verdad: Aunque vacunarse evita que la mayoría de las personas se enfermen de gripe, algunas todavía pueden infectarse. Lo anterior puede ocurrir si una persona está expuesta al virus antes de recibir la vacuna o antes de que haya hecho efecto, o porque la vacuna no coincide lo suficiente con el virus circulante. Una enfermedad leve similar a un resfriado también puede ser causada por los virus vivos debilitados presentes en la vacuna contra la influenza en aerosol nasal. Sin embargo, cualquier enfermedad suele ser más leve de lo que sería cuando recibes la vacuna.

 

Fuente: Michigan Medicine – University of Michigan Health