De niños, eructar fuerte tal vez fungía como una señal de honor y orgullo cuando se trataba de diversión. Pero entre las personas adultas, eructar puede resultar molesto y vergonzoso en compañía de alguien más.
Sin embargo, la gente no debería sentirse repelida por los eructos, ya que cumplen una función esencial en la salud. Según los expertos, los eructos son un mecanismo de protección contra la sobreinflación del estómago por tragar demasiado aire. Pensemos en lo bien que se siente cuando eructamos bien.
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Existen dos tipos de eructos: los gástricos y los supragástricos.
Los eructos gástricos son los más comunes y los que experimentan la mayoría de las personas. Cada vez que tragas, tomas un poco de aire, y parte de este viaja por el esófago hasta la parte superior del estómago. Cuando el estómago comienza a estirarse debido a dicho aire, los sensores de su pared envían señales al esófago. Estas señales indican al esfínter (el pequeño anillo de músculo en la parte inferior del esófago) que se abra, lo que permite que el aire que se ha acumulado en el estómago escape hacia arriba y hacia afuera en forma de eructo.
Un eructo gástrico suele tener olor. Por el contrario, con el eructo supragástrico, el aire tragado permanece en el esófago y nunca llega al estómago. El aire se expulsa rápidamente en eructos rápidos y frecuentes sin olor.
Cabe agregar que, aunque eructar no suele ser motivo de preocupación, es recomendable consultar al médico si se vuelve más frecuente y provoca malestar. Eructar en exceso es un síntoma común de trastornos digestivos como la dispepsia funcional (síntomas recurrentes de malestar estomacal sin causa aparente) y la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE).
Fuente: Harvard Medical School