La calidad del sueño es vital para nuestra salud en general. Diversas investigaciones han demostrado que las personas que duermen mal poseen un mayor riesgo de desarrollar diabetes, enfermedades cardíacas y eventos cerebrovasculares. Dormir mal también incrementa la fatiga diurna.

Es común que las personas tengan dificultades para dormir, ya que sus patrones de sueño cambian con el tiempo. Muchos de estos cambios están relacionados con la edad. Por ejemplo, nuestro ritmo circadiano, que regula muchas funciones corporales, incluido el ciclo sueño-vigilia, suele verse alterado con la edad. Esto significa que pasamos menos tiempo cada noche en un sueño reparador de ondas lentas.

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Las hormonas también influyen. La producción de melatonina, la hormona del sueño, disminuye gradualmente con la edad. Los hombres mayores también producen menos hormona del crecimiento a medida que envejecen, lo que dificulta el sueño de ondas lentas. Los niveles elevados de cortisol (la hormona del estrés) pueden interrumpir el sueño, y la disminución de la testosterona dificulta conciliar el sueño y mantenerlo. Según los expertos, como resultado de estos cambios, cuando envejecemos, podemos empezar a despertarnos más temprano en la mañana que cuando éramos más jóvenes, o despertarnos con más frecuencia durante la noche.

 

Fuente: Harvard Medical School