El sarampión es una enfermedad grave ocasionada por un virus, pero perfectamente prevenible con vacunas. Sin embargo, a finales del pasado mes de febrero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio a conocer su preocupación por el aumento de casos en Europa.

Tras un mínimo histórico de 5,273 casos en 2016, estos se cuadruplicaron en 2017, con más de 20,000 personas afectadas y 35 muertes. Incluso 15 países europeos, entre ellos el Reino Unido, tuvieron grandes brotes.

Y es que el problema de salud ya no afecta sólo a Europa, sino al resto del mundo, incluido nuestro país, donde la Secretaría de Salud ya confirmó la presencia de 3 casos.

Por ello, es imprescindible vacunar a chicos y grandes contra la enfermedad, particularmente a los niños, pues ha demostrado ser la medida más costo-efectiva para prevenir el sarampión y porque la patología puede generar brotes epidémicos con una tasa de contagio en personas no vacunadas de casi el 100%.

Lo que los padres y la sociedad deben hacer

El primer signo del sarampión suele ser fiebre alta, que dura entre 4 y 7 días. En la fase inicial, la persona puede presentar congestión nasal, tos, ojos llorosos y rojos y pequeñas manchas blancas en la cara interna de las mejillas. Al cabo de varios días aparece erupción cutánea, generalmente en el rostro y la parte superior del cuello, que se extiende unos 3 días y acaba por afectar manos y pies.

Para evitar un resurgimiento de la enfermedad deben reforzarse los sistemas de inmunización a partir de las instancias correspondiente. Esto incluye la plena participación y responsabilidad de la sociedad, particularmente de los padres, estando al tanto del esquema de vacunación de sus hijos para aplicar la vacuna o su refuerzo cuando esté estipulado o sea necesario.

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En México se aplica la vacuna triple viral (SRP) contra el sarampión, la rubéola y la parotiditis (paperas). La vacuna se aplica mediante una inyección en el brazo izquierdo y en dos dosis: la primera a los doce meses de edad y la segunda a los 6 años de edad o al ingresar a la escuela primaria.

No vacunar a un niño de sarampión mientras esta enfermedad exista es un engaño; antes o después se acabará encontrando con el virus”, resalta Roi Piñeiro, secretario de la Sociedad Española de Infectología Pediátrica.

Aunque la vacuna ha generado cierta preocupación porque puede causar algunas complicaciones como encefalitis, la probabilidad de que se presente es sumamente baja (inferior a uno por cada millón de niños vacunados). Por ello, por cada niño supuestamente afectado por una encefalitis debida a la vacuna, se habrá salvado la vida a un mínimo de 333 niños, y evitado un mínimo de 1,000 cuadros de encefalitis, por no hablar de controlar la enfermedad e impedir un brote que afecte a toda una población. Y eso únicamente en el primer mundo. En los países en vías de desarrollo, la tasa de mortalidad del sarampión alcanza hasta el 10% de los casos.

Se deben implementar estrategias antes de que lleguen los brotes, y mejorar la comunicación con los padres desde la empatía, el respeto y el cariño. Lo fácil es atacar a una familia reticente a las vacunas”, subraya Piñeiro. “El reto es que superen sus fobias e inmunicen a sus hijos. Ese debe ser el objetivo, y no vamos a conseguirlo obligándoles a vacunar”.

Recordemos que el virus del sarampión no descansa. Siempre está buscando su próxima víctima, por lo que estar vacunados y no comprobarlo en nuestro propio cuerpo es la mejor opción. “La medicina no es una ciencia exacta, pero las matemáticas no fallan y nos están pidiendo a gritos que nos vacunemos, todos”, concluyó Piñeiro.

 

Vía: El País