La vitamina K es un nutriente esencial que participa en procesos clave para mantener el equilibrio del organismo. Su importancia radica en su función tanto en la salud de los huesos como en la regulación del sistema circulatorio.

Salud ósea

La vitamina K interviene en la activación de proteínas que permiten la correcta fijación del calcio en los huesos. Un consumo adecuado de esta vitamina ayuda a mantener la densidad ósea y reduce el riesgo de fracturas en etapas avanzadas de la vida. Por ello, se considera un aliado fundamental en la prevención de la osteoporosis.

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Salud circulatoria

En el sistema cardiovascular, la vitamina K cumple una función distinta. Contribuye a evitar la acumulación de calcio en las arterias, lo que disminuye el riesgo de rigidez arterial y problemas circulatorios. Además, desempeña un papel en la coagulación sanguínea, ayudando a que el cuerpo responda de forma adecuada ante heridas o lesiones.

Mantener una dieta rica en alimentos como espinacas, brócoli, col rizada y aceites vegetales permite asegurar un buen aporte de vitamina K. Su presencia en la alimentación diaria es clave para proteger tanto los huesos como el sistema circulatorio.

 

Fuente: National Institutes of Health (NIH)