Una revisión publicada en la revista científica The Lancet revela los efectos devastadores a la salud de los sismos, así como los desafíos que plantean dichos desastres naturales. Sus autores incluyen expertos del Centro Médico de Boston y de la Iniciativa Humanitaria de Harvard, al igual que del Hospital Brigham and Women.

Según ellos, «los sismos afectan, con frecuencia, zonas urbanas con deficientes normas estructurales, lo cual resulta en altas tasas de mortalidad y víctimas en masa con lesiones traumáticas; estas lesiones a menudo requieren de cuidados intensivos médicos curativos y quirúrgicos, en un momento en el que las capacidades médicas locales y regionales han sido parcialmente interrumpidas. Muchos de los pacientes que sobreviven a estas lesiones se enfrentan a complicaciones posteriores que conducen a la morbilidad y la mortalidad».

En los últimos diez años, los sismos han propiciado más de 780 mil muertes, es decir, casi el 60% de la mortalidad vinculada con los desastres naturales. Por ejemplo, muchas de las ciudades más pobladas del mundo se ubican en líneas de falla, dígase Los Ángeles, Tokio, Nueva York, Nueva Delhi y Shanghai, significando que hay millones de personas expuestas a los sismos.

Al destruir instalaciones médicas, carreteras y puentes, además de interrumpir las cadenas de suministros médicos, los sismos generan una enorme necesidad de atención médica y quirúrgica compleja, que en general no logra satisfacerse. Un sismo masivo puede poner desde un 1% a un 8% de la población en situación de riesgo; un segundo pico de mortalidad ocurre pocas horas después del sismo. Además, las personas con lesiones graves, que incluyen laceraciones del hígado o del bazo, fracturas de pelvis y hematoma subdural (acumulación de sangre entre el cerebro y su cubierta más externa), normalmente no viven para contarlo.

Finalmente, un tercer pico aparece en los días o semanas después del sismo. En éste, las personas con sepsis y fallo multiorgánico mueren, a lo que se agrega la gente con enfermedades crónicas como diabetes y cardiopatías, quienes están en mayor riesgo de morir debido a la falta de acceso a medicamentos vitales.

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Entre un 2% y un 15% de la población llega a sufrir lesiones por aplastamiento, lo que a su vez conduce a problemas en los riñones y amputación. La mitad de los pacientes con síndrome de aplastamiento desarrollan insuficiencia renal (necesitan diálisis). La mortalidad de las personas con insuficiencia renal en la configuración del sismo va de un 14% a un 48%.

A nivel general, las lesiones músculo-esqueléticas más comunes debidas a un sismo son: laceraciones (65%), fracturas (22%) y contusiones o esguinces (6%). Por mencionar ejemplos, los ataques cardíacos aumentaron en un 35% en la semana después del sismo de Northridge, en California, que tuvo lugar en 1994. En el sismo de Japón de 1995, la presión arterial sistólica y diastólica aumentó durante 2 semanas en los pacientes de la tercera edad.

Los problemas de salud mental también se manifiestan con los sismos. La depresión suele tener una prevalencia elevada (desde el 6% al 72%). La población tiende a desarrollar pensamientos suicidas y es muy común es síndrome de estrés postraumático.

En cuanto a los niños, a menudo están en mayor riesgo de sufrir lesiones y morir durante los sismos que los adultos. Se sabe que las bajas de pacientes pediátricos llegan a ser preponderantes después de sismos de gran magnitud (en Haití, el 53% de los pacientes eran menores de 20 años y el 25% eran menores de 5 años). El riesgo de las personas ancianas también es mayor que el de la población general, pues no reaccionan con rapidez y a veces no logran abandonar sus hogares. En la mayoría de los estudios, los individuos más jóvenes en riesgo de aislamiento social tienen una mortalidad mayor después de un desastre natural.

 

Vía: El Universal