Una nueva investigación sugiere que la COVID-19 es más dañina de lo que se pensaba cuando afecta a los adultos jóvenes: una vez que son hospitalizados, 1 de cada 5 terminan en la unidad de cuidados intensivos (UCI) y muchos requieren atención médica continua incluso después de estar libres del virus, así lo dio a conocer un estudio realizado por médicos de la Universidad de Harvard y publicado en las revistas JAMA Internal Medicine.

Los expertos revisaron más de 3,200 casos de coronavirus en los que adultos de 18 a 34 años necesitaron hospitalización. El 21 por ciento acabo ingresando en la UCI y el 10 por ciento necesitó un ventilador para respirar. En general, el 2.7 por ciento de los pacientes jóvenes hospitalizados falleció. Otro 3 por ciento requirió atención en un centro de tratamiento incluso después de eliminar el virus de sus cuerpos.

La proporción de jóvenes que han contraído el virus ha aumentado en los últimos meses, ya que las ciudades y estados han relajado las restricciones para los negocios y algunas personas han regresado a trabajar fuera de casa. El mes pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que los adultos jóvenes se están convirtiendo en los principales transmisores del virus en muchos países, reportó el Washington Post.

En el nuevo informe, los investigadores encontraron que ciertas afecciones preexistentes, como la hipertensión, la diabetes y la obesidad, eran más comunes entre los pacientes jóvenes que tuvieron impactos graves en la salud o fallecieron debido al coronavirus.

Como sucede en los pacientes mayores con COVID-19, los hombres mostraron más probabilidades que las mujeres de desarrollar afecciones graves o potencialmente mortales. Y más de la mitad de los pacientes hospitalizados eran negros o hispanos, reveló el estudio.

«Dadas las tasas cada vez mayores de infección por COVID-19 en adultos jóvenes, estos hallazgos subrayan la importancia de seguir estrictamente las medidas de prevención de infecciones en este grupo de edad», indicó el equipo dirigido por el doctor Scott Solomon, de la división cardiovascular del Brigham and Women’s Hospital, en Boston.

 

Vía: Health Day News