En la actualidad, existen una serie de pruebas y exámenes que las personas pueden realizarse según su edad para poder detectar a tiempo posibles problemas de salud. Una de ellas es la prueba de la densidad ósea.

También conocida como BMD, por sus siglas en inglés, una prueba de la densidad ósea ofrece a quienes se la realizan una imagen instantánea del estado de salud de sus huesos.

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Realizarse esta prueba permite a un profesional de la salud identificar si una persona padece osteoporosis, así como determinar el riesgo que tiene de sufrir fracturas en un hueso y medir cómo responde a un tratamiento.

¿En qué consiste la prueba de la densidad ósea?

La prueba BMD usada con más frecuencia se llama ‘DXA central’ o ‘Absorciometría central de rayos X de doble energía’. Esta prueba no causa ningún tipo de dolor, es similar a una prueba de rayos X normal y puede medir la densidad ósea de la cadera o de la columna lumbar.

También existen las pruebas de densidad ósea periférica, las cuales miden la densidad mineral ósea en el antebrazo, la muñeca, el dedo o el talón.

Durante la prueba BMD se mide la densidad mineral ósea de una persona, se compara con la de una norma establecida estándar y se da una calificación. Se trata de la mejor forma de poder predecir si una persona puede fracturarse un hueso en el futuro.

La información proporcionada por una prueba de este tipo puede ayudar a un médico a decidir cuáles son las mejores opciones de tratamiento o de prevención para una persona con osteoporosis.

¿Quiénes deben hacerse esta prueba?

El Grupo de Trabajo sobre Servicios Preventivos de los Estados Unidos recomienda que todas las mujeres de 65 años de edad o mayores se realicen esta prueba.

Asimismo, se recomienda que la prueba también se la realicen mujeres más jóvenes, así como hombres que tengan alguno o varios de los siguientes factores de riesgo:

-Fracturarse un hueso después de los 50 años.

-Antecedentes familiares fuertes de osteoporosis.

-Antecedentes de tratamiento para cáncer de próstata o cáncer de mama.

-Antecedentes de afecciones médicas como artritis reumatoide, diabetes, desequilibrios de la tiroides o anorexia nerviosa.

-Menopausia precoz (por causas naturales o histerectomía).

-Uso prolongado de medicamentos como corticosteroides, hormona tiroidea o inhibidores de la aromatosa.

-Bajo peso corporal (menos de 57 kilos) o bajo índice de masa corporal (menos de 21).

-Pérdida significativa de estatura.

-Uso prolongado de tabaco o consumo excesivo de alcohol.

 

Vía: Instituto Nacional de Artritis y Enfermedades Musculoesqueléticas y de la Piel