El sedentarismo no solo afecta el peso corporal o la salud cardiovascular. También tiene consecuencias directas sobre los huesos, especialmente con el paso de los años. Mantenerse inactivo durante periodos prolongados puede debilitar el sistema óseo y aumentar el riesgo de fracturas.

¿Cómo afecta la falta de movimiento?

El cuerpo humano está diseñado para moverse. Cuando pasamos mucho tiempo sentados o sin realizar actividad física, los huesos reciben menos estímulo mecánico, lo que provoca una disminución en su densidad. Este proceso, conocido como pérdida ósea, es un factor clave en el desarrollo de enfermedades como la osteoporosis.

Además, el sedentarismo puede generar desequilibrios musculares, lo que afecta la postura y aumenta la presión en las articulaciones, contribuyendo al desgaste óseo a largo plazo.

Consecuencias a largo plazo

  • Mayor fragilidad ósea: los huesos pierden resistencia y se vuelven más propensos a fracturarse ante caídas leves.
  • Riesgo de osteoporosis: una enfermedad silenciosa que se relaciona estrechamente con la inactividad física.
  • Reducción de masa muscular: que limita el soporte natural que los músculos brindan a los huesos y articulaciones.
  • Pérdida de equilibrio y movilidad: lo que aumenta el riesgo de caídas y lesiones.

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¿Qué se puede hacer?

La buena noticia es que el ejercicio regular puede contrarrestar muchos de estos efectos. Actividades como caminar, subir escaleras, bailar, practicar yoga o hacer ejercicios de fuerza ayudan a estimular el crecimiento óseo y fortalecer los músculos que los protegen.

También es importante llevar una alimentación adecuada, rica en calcio, vitamina D y proteínas, nutrientes esenciales para conservar huesos fuertes.

Aunque los efectos del sedentarismo pueden ser progresivos y silenciosos, incorporar pequeños hábitos de movimiento en la rutina diaria puede marcar una gran diferencia. Mantener una vida activa no solo mejora la salud ósea, también protege la independencia y calidad de vida a largo plazo.

 

Fuente: Mayo Clinic