De acuerdo con un estudio del año 2019, a los 40 años, una de cada cinco mujeres ha padecido un trastorno alimentario, el doble de la proporción identificada en mujeres a los 21 años. Según los expertos, muchos casos probablemente sean el resurgimiento de un patrón latente de años anteriores que pudo haber pasado desapercibido.
Existen muchas variaciones de trastornos alimentarios, pero predominan tres tipos: anorexia nerviosa, caracterizada por una restricción extrema de alimentos; bulimia nerviosa, atracones seguidos de purgas mediante vómitos o uso de laxantes; y trastorno por atracón, comer grandes cantidades hasta llegar a la sensación de saciedad.
Se sabe que la anorexia se vuelve menos común después de los 26 años, pero las tasas de bulimia no alcanzan su punto máximo hasta los 47 años. Mientras tanto, el trastorno alimentario por atracón —el trastorno alimentario más común en adultos— puede seguir siendo un problema para las mujeres de 70 años.
Entonces, ¿qué impulsa esta preocupación patológica por la comida y el peso a lo largo de las décadas? Las mujeres de mediana edad y mayores pueden intentar mantenerse competitivas en el ámbito laboral, donde la delgadez puede asociarse con la juventud, o reaparecer en el mundo de las citas tras un divorcio o la viudez. La sacudida de un nido vacío (cuando se van los hijos de casa) también puede impulsar los esfuerzos de redefinición corporal.
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La importancia de la imagen corporal parece ser un factor clave que hace que las mujeres recaigan o comiencen un trastorno alimentario. Con la edad, muchas mujeres también se ven perturbadas por la falta de control sobre los cambios en su cuerpo.
De hecho, los cambios de estrógeno relacionados con la transición a la menopausia pueden incrementar el riesgo de padecer trastornos alimentarios. Se sabe que el estrógeno influye en el desarrollo de un trastorno alimentario en ambos extremos del espectro de edad, pero todavía no se ha determinado el porqué.
Incluso cuando son invisibles para los demás, los trastornos alimentarios pueden afectar negativamente al cuerpo. Como mínimo, las mujeres con tales trastornos suelen presentar deficiencias de algunos nutrientes, en particular hierro, vitamina B12, calcio y vitamina D.
Los suplementos pueden ayudar con las deficiencias y generalmente son bien tolerados por quienes los consumen. Los médicos recomiendan tomarlos con alimentos, ya que podrían no absorberse tan bien en ayunas.
Fuente: Harvard Medical School