En muchos lugares todavía se cree que la diabetes puede contagiarse por el simple hecho de acercarse al pequeño, lo que origina curiosidad, pánico y rechazo entre los compañeros.

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Los niños obesos, además de malestares físicos, son víctimas de bullying y de una intensa carga psicológica, cuyos factores impiden al menor lograr un desarrollo integral óptimo. Sin embargo, no sólo los niños con sobrepeso sufren este tipo de maltrato psicológico, los niños que padecen diabetes también cargan con este problema.

Debido a la poca información y disponibilidad para adaptarse a sus necesidades, los niños con diabetes tipo I enfrentan situaciones de discriminación que podrían repercutir de manera negativa en su estado emocional y de salud ante posibles complicaciones por evitar suministrarse insulina.

Este fenómeno es similar al bullying, pues en muchos lugares todavía se cree que este padecimiento puede contagiarse con el simple hecho de acercarse al pequeño, lo cual origina curiosidad, pánico y rechazo entre los compañeros.

Esta situación conduce a panoramas emocionales que tienen como principal característica el aislamiento, baja autoestima, depresión y ansiedad, por lo que prevalecen ciertas trabas e inconvenientes en los menores para socializar.

Opinión de expertos
La maestra Rosa María de Prado González, terapeuta familiar y coordinadora del proyecto Modiaj, una iniciativa orientada a formar grupos de padres para intercambiar conocimientos y experiencias sobre diabetes, comentó que “los pequeños buscan pretextos para evitar cargar con su insulina o glucómetro por la curiosidad de sus compañeros y por el miedo a que se lo pidan prestado, intenten inyectarse, jugarlo o extraviarlo”.

Recordó que con base en su experiencia es alarmante lo que enfrentan los niños con diabetes, porque algunos manifiestan su preocupación al cuestionarse por qué ahora son llamados “diabéticos”, una expresión peyorativa que podría causar un daño psicológico, por qué reciben alimentos de dieta en lugar de un juguete y por qué sólo les preguntan cómo están sus niveles de glucosa.

“Las ocho horas que pasa un menor en la escuela puede estar en 300 de glucosa, lo que puede causar que a lo largo de 10 años presente complicaciones en el organismo aunque tenga todos los cuidados en casa”, subrayó la experta, quien desde hace 25 años padece de diabetes tipo I.

Retos de los padres
Reiteró que los papás del menor tienen una enorme responsabilidad para informar a las autoridades académicas del padecimiento y, de preferencia, deben proponer llevar a cabo una conferencia para explicar qué es la enfermedad y cómo se controla.

La coordinadora del proyecto Modiaj exhortó a los papás a estar al pendiente de síntomas como hambre y sed en exceso, deseo frecuente de orinar, fatiga, visión borrosa y pérdida de peso para evitar complicaciones y, de llegar a detectarlas, acudir con un especialista .

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